martes, 23 de julio de 2013

Capitulo 8 El mundo real.

Mis ojos se abrieron con terror cuando vi su cabeza inclinarse al tiempo que retiraba la tela de mi chaqueta, dejando al descubierto la piel de mi cuello. Sus fríos dedos pasearon por mi garganta. Ahogue un grito y sentí su exhalación sobre mi piel…fría.


—Solo un momento de dolor—advirtió—. Pronto todo pasará.


Sentí la punta de sus colmillos hacer un corte y una delgada línea de liquido se escurrió hacia abajo dejando un rastro de carmín. «No por favor» suplicaba a mis adentros. Mi único impulso me llevó a cerrar los ojos mientras su cabeza se ladeó, sus dedos se enterraron en mis brazos y su aliento golpeó mi garganta…



Capitulo 8


Mi mente se había bloqueado poniendo una barrera que me “protegiera” en este momento. Los dedos de Araqiel se hundieron más en mi piel al punto de causarme dolor. Una sacudida me llevó a golpear contra algo duro y una punzada de fuerte dolor se disparó desde mi tobillo. Aun no quería abrir los ojos, simplemente abracé mis piernas y mordí mi labio intentando soportar el dolor.
Un grito llegó hasta mis oídos, pero parecía lejano, mis sentidos aun estaban recuperándose de aquel shock. Por un momento creí que había sido yo la que gritaba pero después esa idea cambió.


— ¡Suéltame! —chilló Araqiel y solo pude escuchar un gemido que indicaba que lo habían golpeado.


Abrí los ojos pero no podía ver más que una niebla blanca. Una sombra fue parte de ella.
Estaba mareada y mi cabeza comenzaba a doler. Parpadeaba repetidas veces para poder conseguir un buen enfoque de las cosas que me rodeaban. Cuando comencé a recuperar la forma de las cosas me di cuenta que las cosas se movían, pero en realidad era yo la que lo hacía, sin embargo mis pies no tocaban el piso.

Sacudí la cabeza con suavidad un par de veces intentando reacomodar mis ideas cuando sentí que me detuve.

—Finalmente despertaste—una voz desconocida.
—No… no estaba dormida— susurré.

Mis pies sintieron la dureza del suelo pero mis piernas temblaron amenazando con dejarme caer y sin embargo eso no sucedió.


— ¿Qué ocurrió? ¿Dónde está Araqiel?
—Él no te molestara. Al menos, no ahora. ¿Te encuentras bien? —sabía que se refería a como me sentía.
—Sí. Solo estoy un poco mareada— me tomé la frente y esperé unos segundos antes de levantar la mirada, y cuando finalmente lo hice me sorprendió ver a mi salvador—. Tú.
—Yo—hizo una expresión divertida.
—William ¿Qué haces? ¿Qué es lo que pretendes?
— ¿Pretender? —Pareció herido—. Kayla. Vi que necesitabas ayuda, eso es todo. ¿Sabes lo que hubiera pasado si te muerde?
—Tienes razón. Lo siento. Gracias por la ayuda —miré a mi alrededor pero la obscuridad había hecho que perdiera la orientación—. ¿Dónde estamos?
—Vamos de camino a tu casa. Creí que sería mejor si te encontrabas en un lugar seguro. El vampiro no se atreverá a buscarte ahí.


Solo asentí mientras comenzaba a caminar a lado de William. En ese momento un escalofrío me recorrió el cuerpo, con solo pensar en lo que hubiera pasado si Araqiel me hubiera mordido, no quería pensar en eso simplemente quería sacarlo de mi mente y pensar en mi viaje.

Tenía las manos en las bolsas de la chaqueta y no había pronunciado palabra alguna. Simplemente se escuchaba el sonar de nuestros pasos contra el granito mientras nos acercábamos más a mi casa. Quizá podría darle una explicación larga a mi padre y a Sora de lo sucedido. Quizá no se molestarían demasiado y no me castigarían. Quizá solo se molestaría Zagiel y Mariketa por haberlos dejado sin decirles.


— ¿Segura te encuentras bien?
—Sí.


En ese instante se detuvo, apenas logré ver su movimiento cuando estuvo parado frente a mí, sujetándome de los hombros, moviéndome un par de veces como revisando que estuviera entera. Me tomó de la barbilla y movió mi cabeza de un lado a otro y después de unos segundos sentí sus dedos bajar hasta mi cuello.


—Parece que tenemos una pequeña herida— en realidad no era solo eso—. También caminas con dificultad. Siéntate un momento—me ordenó.
— ¿En qué? —me miró y supe que había sido una pregunta tonta.


Me senté en el piso y él se inclinó para después recargarse sobre sus rodillas. Comenzó a revisar mi tobillo y después de sacarme el zapato dio un tirón fuerte de él. Ahogué un grito mientras apretaba los dientes y cerraba los puños con fuerza.


—Tranquila. Eso era lo peor.


Me dio un apretón suave en la punta de mi pie por encima de la tela de mi calcetín y después aprisionó mi tobillo entre sus palmas, un calor comenzó a recorrer mi pierna entera y el dolor fue cesando junto —extrañamente— con el de mi cabeza. Solo unos instantes y William me ponía de vuelta el tenis para después ayudarme a ponerme de pie. Me dio una de sus sonrisas e indicó con su mano que siguiéramos caminando.


El resto del camino fue solo el silencio. Cuando finalmente llegamos a casa había luces encendidas. No había nadie o quizá solo se habían olvidado de ellas. No era común la obscuridad en infra tierra así que posiblemente había sido eso. Me acerqué a la puerta y después de abrirla me giré hacia el caído.


—Gracias, de nuevo.
—Ni lo menciones—levantó los brazos.


Tan solo asentí y entré a casa. Comencé a llamar a Sora o a mi padre pero nadie contestó. Encendí las linternas que había encima de los muebles. Linternas de aceite. No hacía falta nada más. Sin electricidad y sin muchos días obscuros, ellas eran más que suficientes.
Tomé una que se encontraba en la mesa de centro en la estancia y subí a mi habitación. Al entrar se encontraba fría y se sentía vacía. Todas mis cosas estaban apiladas en una parte frente a mi cama. Me iría al amanecer así que había dejado todo preparado para el momento de partir y precisamente ahora ya no me sentía tan segura de que era lo que realmente quería. Las dudas siempre surgían en el peor momento y justo ahora sentía ese nudo en la garganta. No sabía si era lo que acababa de suceder, si sentía nostalgia antes de tiempo o simplemente había algo que faltaba. Tan solo sabía lo que el sabor salado representaba en mis labios.

La linterna había quedado sobre mi buró mientras yo me había tumbado en la cama con la mirada perdida en el techo —el cual Zagiel había pintado para simular un cielo con nubes. Sin duda lo extrañaría muchísimo y estaba segura que él también me extrañaría.

             

Los golpes en la madera me hicieron abrir los ojos, había puesto los pies en el piso cuando la puerta se abrió de repente haciéndome levantar de un salto y que al mismo tiempo mi corazón brincara en mi pecho. Zagiel estaba sosteniendo la perilla de la puerta, su rostro estaba pálido y sus ojos se encontraban muy obscuros. Su frente se arrugó un momento y sus ojos se posaron en mí. El aceite de la linterna se estaba terminando haciendo su llama más pequeña y tenue. Mi hermano se refregó el rostro con la mano y me miró con alivio.


— ¿Está todo bien? —dije finalmente.
—Está todo bien—me sonrió—. Te fuiste —se acercó haciendo que me sentara en la cama a su lado.
—Lo lamento.
—Tranquila. Seguro estabas cansada, te quedaste dormida ¿eh?
—Sí. Cuando llegué no encontré a nadie en casa.
—Ya sabes cómo es papá y Sora, a veces tienen sus asuntos pendientes. Tranquila, Kaylee. Después tú tendrás tus asuntos pendientes —y en ese momento vino a mi mente la imagen de Araqiel.
—No fue solo el cansancio. De repente me sentí… —no pude completar la frase cuando el nudo en mi garganta lo impidió.
—Hey… tranquila—Zagiel me abrazó y acarició mi cabello cariñoso—. No es fácil, pero vas a estar bien.
—Te voy a extrañar, Zag.
—También te voy a extrañar, Kaylee. No es fácil que mi hermanita se vaya, que ya no pueda seguir cuidando de ti.


Me estrechó en sus brazos con fuerza mientras me decía que todo estaría bien. Confiaba en él, confiaba en mi hermano y siempre lo haría. Sabía que lo tendría para mí siempre y no importaba cuán lejos estuviéramos siempre nos tendríamos uno al otro.


—Tienes que descansar. Mañana tendrás mucho trabajo cuando te instales en tu apartamento.
— ¿Mariketa se molestó?
—Solo un poco, pero ella entiende. Tranquila.


Besó mi frente y salió de la habitación. Nuevamente me recosté en la cama y cerré los ojos para entregarme a los brazos de Morfeo.

         


Los gritos de Zagiel y Mariketa me estaban poniendo los nervios de punta. Se podía escuchar por toda la casa cuando corrían escalera arriba y volvían a bajar a prisa. Solo les había pedido cinco minutos y a los tres minutos habían comenzado a gritarme para que me apresurara. Sora los reprendía pero no tardaban en comenzar de nuevo. Todo era ruido en ese momento. Mi padre los había reprendido también y parecía que a él le habían hecho más caso.

Cuando finalmente salí de la casa me encontré con Terios y Asteron esperando afuera. Ambos habían ido a despedirse de mí y a desearme un buen viaje. Me habían traído también un regalo y al verlo simplemente pude sonreír y agradecerlo. Era realmente hermoso. Terios fue quien me colocó la cadena al cuello de la cual colgaba un dije en forma de media luna con una hermosa gema azul.

                         

—No te lo quites, Kaylee. Va a protegerte— me había dicho Asteron.


Los minotauros eran muy serios respecto a sus reliquias. Si ellos me habían obsequiado un collar protector es porque realmente les importaba y se preocupaban que nada me sucediera mientras estaba en Bertrangue. Afirmé a su petición y me despedí de ellos con un abrazo. En ese momento me sentía emocionada. Zagiel y Mariketa serían quienes me acompañarían a mi nuevo hogar y el viaje no era como lo esperaba.

Ellos me condujeron por un camino que atravesaba prácticamente toda infra tierra. Lo que imaginaba como un viaje en algún vehículo para llegar hasta Luxemburgo cambió completamente cuando llegamos a un segundo portón que yo no conocía. Zagiel me miró y sonrió al ver mi rostro lleno de confusión. Me dijo que esperara un poco y después abrió la puerta.

Una luz blanca me hizo cerrar los ojos por un momento y cuando pude abrirlos simplemente me sentí… decepcionada.


—Zagiel esto…—comencé a decir, pero él no me dejó terminar.
—Kaylee. No seas impaciente.


Nos encontrábamos dentro de una casa vacía y que parecía muy antigua. Simplemente Zagiel y Mariketa me sonrieron. Siguieron caminando y atravesaron la estancia mientras yo los seguía. Antes de abrir la puerta para salir de la casa mi hermano me sonrió como si se imaginara lo que estaba por suceder.

Abrió la puerta y me dejó salir primero. Simplemente era algo… increíble. No podía describirlo de otra forma. Era un paisaje realmente hermoso lo que tenía ante mis ojos. Al salir de la casa se encontraba una vista espectacular. Las montañas cubiertas de verde, árboles hermosos siendo acariciados por los rayos del sol. Las casas a tan solo unos cortos metros de un río cristalino; casas realmente bellas rodeadas de verdes y floridas cercas naturales; un hermoso cielo azul pincelado con nubes blancas y esponjosas.


Al dejar el umbral de la puerta una cálida caricia llegó hasta mi cuerpo. Me quité la chaqueta y por primera vez mi piel era acariciada por el sol. Cerré los ojos y disfruté de ese momento, del suave viento jugar con mi cabello, el agradable olor a bosque, los colores a mi alrededor, la luz… todo como me lo había esperado e incluso mucho mejor.

Sonreí como una tonta y mi hermano me sonrió al ver la expresión en mi rostro. Mariketa me tomó del brazo y me condujo colina abajo para poder avanzar. Mis piernas se habían vuelto inestables debido a la emoción así que mi amiga sabía exactamente qué hacer.


—Cierra la boca, Kaylee. Aquí hay mosquitos y podrías tragarlos—soltó una ligera carcajada.


Tan solo la miré divertida y caminé junto a ella. Aun disfrutando de la vista, del olor, del aire y del sol.
Caminamos hasta llegar a la orilla de un camino. Había un auto —jamás vi uno personalmente hasta ahora, los había visto solo en las imágenes que me mostraba Mariketa— esperaba por sus pasajeros. Zagiel dejó mi equipaje en el maletero para después indicarnos que entráramos al auto. Al fin un viaje normal. No sabía que mi hermano pudiera conducir tan bien. Encendió la radio, eso era lo único que podía complementar el viaje.

El sonido envolvió el auto entero. “Highway to Hell” llegó hasta mis oídos, Zagiel sonrió y comenzó a cantar, lo hacía terrible pero aun así comencé a hacerle segunda y Mariketa finalmente cedió y se nos unió. Era genial y aunque éramos bastante malos eso lo hacía muy divertido. Después vino otra canción más “Rock N’ Roll Train”. Zagiel dio un pequeño grito de «Woha» y siguió cantando.


Los nervios se habían ido los nervios, las preocupaciones y ahora solo esperaba ansiosa por mi destino.


Hola :)  Aquí les dejo otro capitulo más, espero les agrade. Noté algo que antes no ¿Se habían dado cuenta que nunca pongo imágenes? Creo que no siempre -además de no haber para todo- es conveniente usarlas, prefiero que lo imaginen, pero hoy hice una excepción. Se cuidan mucho y gracias por leer.

Fanny: Muchas gracias por todo el apoyo.
Florencia: A mi también me gusta como escribes ;)
Ricardo: :P jeje. 

viernes, 12 de julio de 2013

Capitulo 7 Regalos, sangre y marcas.

Miré los garabatos en la esquina, y mi cuerpo se estremeció. Lo que había ahí, en ese pequeño espacio no eran simples garabatos, ahí se encontraba algo más, aquel rostro blanco se formaba en el negro del carbón adherido al papel. Igual que en mi sueño, era algo poco claro, pero el solo mirarlo me causaba esa sensación de miedo que no sabía de dónde provenía, algo estaba mal, yo lo sabía, lo sentía. Mi padre me estaba ocultando muchas cosas, quizá para protegerme, pero todo comenzaba a resultar de la forma en que él no lo quería. Y ahora, queriéndome proteger quizá me estaba privando de lo que realmente podría ayudarme.



Capitulo 7



La luz comenzaba a lastimar mis ojos cuando estos se empezaban a abrir, era algo molesto. Tomé las cobijas por el borde y las jalé para cubrirme completamente, pero pronto me despojaron de ellas de un tirón, di un salto y me puse de rodillas sobre el colchón. Ahí estaban, mi padre, Sora y Zagiel, los tres con una enorme sonrisa. Sora tenía un pastel en las manos, las pequeñas velas aluzaban su rostro remarcando su sonrisa.

1, 2, 3, 4…19 velas. Los miré desconcertada y mi padre sonrió al ver la expresión en mi rostro. Se acercó a mí y se sentó en la cama, una vez que estuve lo suficientemente cerca me estrechó entre sus brazos. Un abrazo que se sentía tierno, protector y lleno de amor. No pude evitar soltar un suspiro, extrañaba sus abrazos, y después de lo sucedido hacía cuatro días, lo necesitaba mucho.


— ¿Qué es todo esto? —la pregunta salió acompañada de una risa tenue y temblorosa.
—Es por tu cumpleaños, Kaylee—respondió mi hermano.
—Pero. Mi cumpleaños es en cuatro días…
—Tres. Para ser exactos—mi padre interrumpió mi frase—. Queríamos celebrar contigo, una fecha tan importante como lo es el día en que llegaste al mundo no debe pasar inadvertida.
—Gracias. Esto es un gran detalle de su parte. Pero podríamos haber esperado hasta ese día.


En ese momento, Sora sonrió y se mordió el labio inferior completamente mientras sonreía.


—Kaylee. Lo hicimos, porque no podremos estar contigo ese día—dijo con la risa haciéndole temblar la voz.
— ¿De qué están hablando?
—Nena—mi padre acarició mi cabello—. Sé que te dije que te daría lo que quisieras de cumpleaños, y sé que aun no me has pedido nada. Pero ya tengo un regalo para ti, de parte de nosotros.
— ¿Un regalo? No comprendo.
—Kaylee. Vas a ir arriba—me sonrió, aunque en sus ojos podía notar preocupación.
—Te refieres a…
—Así es. Vivirás ahí. Zagiel y Mariketa han elegido un departamento para ti en Bertrangue.
—Espera un segundo—levanté mi dedo índice para indicar que se detuviera—. ¿Luxemburgo?
— ¿Creíste que las clases de idiomas solo eran para perder el tiempo? —el rió por lo bajo—. Kaylee, si no te gusta el lugar, podemos elegir otro…
— ¡No! —me apresuré a decir y mi padre rió—. Está bien, es solo que. No me esperaba esto. Es tan…—reí contenta. Todo esto era muy bueno, mi padre me estaba dando lo que quería—. Gracias, papá.
—Sé lo mucho que quieres ir arriba, y aunque no lo entiendo, solo quiero que estés feliz— me acerqué y lo abracé—. Solo promete que te cuidarás.
—Lo prometo. Pero. ¿Iré sola?
—Así es. A menos que quieras lo contrario.
—Mariketa. Ella ¿puede venir conmigo?
—Kaylee, las brujas tienen sus propias reglas. Yo no puedo asegurarte eso.
—Está bien. Quizá me conforme solo con que me visiten.


No podía dejar de sonreír. Simplemente no podía ocultar la felicidad que sentía en ese momento. Finalmente había llegado lo que tanto quería, lo que había esperado por tanto tiempo. ¿Qué había hecho cambiar de idea a mi padre? Bueno, en realidad ahora no me importaba en lo absoluto.

Mi hermano me veía y sonreía conmigo, no podía esconder lo contenta que estaba. El pastel que Sora había hecho estaba delicioso. Sin duda cuando no me encontrara aquí, extrañaría sus deliciosos postres y comidas. Pero ella me había enseñado como hacerlos, aunque no sería igual.


—Kaylee. Hoy habrá fogata, es lo más parecido a una fiesta de despedida —Zagiel me abrazó—. Te voy a extrañar, hermanita.
—Yo también te extrañaré. Pero siempre puedes visitarme— le devolví el abrazo.

               

Mi padre me habló durante largo tiempo acerca de Bertrangue, del departamento, de la pequeña ciudad. Me dio todas las recomendaciones que podrían habérsele ocurrido. Me marcharía al día siguiente. De pronto sentía como si algo no encajara en el rompecabezas, es decir, era algo que había deseado desde hace mucho, pero ahora simplemente lo sentía…extraño.

Aparté esa idea de mi mente y seguí con mi labor.

Cuando mi padre finalmente terminó de hablar conmigo, me dediqué a guardar mis pertenencias. Mis maletas estaban casi terminadas. Estaba guardando mis libros pero al darme vuelta y encontrarme con esa habitación, ahora vacía, hizo que un hueco se alojara en mi pecho. Extrañaría mi casa, extrañaría a mi familia, pero todo era parte de crecer, así es como sucedía con todos ¿no es cierto? Tarde o temprano debía tomar el camino que fuera mi elección y enfrentar lo que viniera al ir caminando sobre él.



Zagiel llamó a la puerta y después de que lo permitiera, entró. Se detuvo unos pasos después del umbral de la puerta y se mantuvo observando la habitación por unos instantes. Con las manos en los bolsillos, la espalda un poco encorvada, el cabello alborotado y la mirada viajando de esquina a esquina, barriendo las paredes y muebles vacíos. Las esquinas de sus labios temblaron y una fugaz sonrisa apareció y desapareció de su rostro, exhaló fuerte y después se balanceó sobre sus talones.


—Esto va a sentirse muy vacío sin ti—su voz era queda, y por un momento el corazón se me encogió—. Supongo que algún día tendría que pasar. Vamos, nos están esperando—solo asentí y salí detrás de él.


El camino hasta donde se encontraba la fogata me pareció un viaje demasiado corto y nostálgico, sería de las últimas ocasiones que lo recorrería, cuando estuviéramos de vuelta a casa sería la última, pero podría volver ¿cierto? No es como si me estuviera marchando para siempre, este siempre sería mi hogar, el lugar donde crecí, donde tengo a mi familia.

Podía verse el matiz rojizo del fuego aluzando los rostros de quienes conocía de toda mi vida. Infra tierra era un paisaje obscuro, como pocas veces sucedía. Pero aun siendo obscura, la temperatura no cambiaba. Pero estaba agradecida. Con la obscuridad, la fogata era perfecta, el momento era perfecto, nunca habíamos tenido una fogata con una infra tierra obscura.



Todas las miradas se fijaron en nosotros cuando llegamos. Mariketa se acercó a mí y echó sus brazos sobre mis hombros en un cálido y amistoso abrazo. Una sonrisa que amenazaba con partir su rostro en dos pero que era de las más sinceras que podría encontrar. Extrañaría todo esto.

Después de su abrazo vino el de Uzziel, un conocido de la familia. Siguió Zohar, la chica “secretaria” de mi padre. Finalizó Rugziel, un viejo amigo de la familia, un demonio con un poder en nivel igual al de las brujas, pero que resultaba un chico muy agradable.

Los abrazos terminaron. A través de las llamas que bailaban sin salir de su sitio, pude ver el rostro de Araqiel. Sonreía, pero no era precisamente una sonrisa amistosa, parecía molesto e incluso indignado. Sus ojos chocaron contra los míos en un reto de miradas donde nadie quería ceder, pero que debería terminar en algún momento. Mariketa fue quien lo hizo, interrumpiendo la atención de ambos cuando comenzó a hablar con ese tono de voz, que solo ella sabía emplear.


—Esta no es una despedida. El adiós definitivo nunca se le da a un amigo. Y Kaylee. Kaylee, es más que mi amiga, es una hermana para mí—su voz se quebró un momento—. Crecimos juntas, y siempre nos tendremos la una a la otra.


Sus ojos se humedecieron, el brillo que se producía en ellos cuando el fuego los aluzaba. «Oh no, por favor no, seguramente si su llanto aparecía no podría mantenerme tranquila».


—Simplemente estamos aquí para desearle un buen viaje—intervino Zohar—. Ella sabe que siempre será bienvenida, es su hogar—una sonrisa dulce apareció en su rostro.
—Eso es seguro— la voz grave de Rugziel apagó la suave voz de Zohar—. Kaylee lo sabe.
—Gracias por decirlo, esto es estupendo—no tenía palabras, simplemente es que mi mente no podía encontrar las palabras para formar una frase que fuera correcta.
—Hermanita, está bien—Zagiel tenía esa extraña habilidad de saber siempre lo que me sucedía.


Les sonreí a todos, dejándoles saber así lo que sentía en ese momento y ellos sabían entenderme. Una pequeña fiesta de despedida, no, una pequeña fiesta de buenos deseos. Eso es lo que era. No era un adiós, sino un hasta pronto. Todo era perfecto, la “noche” era perfecta. Mi hogar lo era, las personas que formaban parte de él, siempre lo habían sabido.

Mariketa tenía muy bien planeado todo. Zohar me había dado un obsequio al igual que Rugziel. Uzziel siempre fue más reservado, nunca le había gustado “exponer” sus debilidades frente a otros, así que me dio un regalo cuando nadie miraba. Cada uno de los que podía llamar mis amigos, sabían perfectamente que parte de ellos dar. Mi parte favorita de la noche siempre había sido cuando contaban una historia, y ahora, me emocionaba más ya que cuando regresara formaría parte de quien contara las historias, no solo tendría que escuchar, sino que contaría mi propia historia.

Sentada con Mariketa a mi derecha y Zohar a mi izquierda, las tres con la mirada puesta en Uzziel y mi hermano, la forma tan teatral en que siempre narraban sus historias. Ellos tenían siempre algo que contar, siempre una historia fascinante y nunca la repetían, siempre era distinta. Pero claro, ellos siempre la tendrían, no podía esperarse menos de ese par. Uzziel tenía sus propias habilidades, siempre le pregunté a mi hermano que inquilino era, pero nunca pude obtener una respuesta. Sabía de sus poderes. Podía enloquecer a cualquiera, haciéndole ver lo que él deseara, manipular la mente de los débiles; podía influir en los demás a través de sus sueños para que hicieran las cosas que él ordenara. Durante mucho tiempo pensé que era una especie similar a los oscuros.


— ¿Un brujo?
—No—respondió Zagiel.
— ¿Un caído?
—No.
— ¿Un demonio?
—No.


Siempre terminaba dándome por vencida y él nunca me daba una respuesta. Finalmente desistí de preguntar y me conformé con que «era distinto».


Uzziel tiró del brazo de Zag y lo hizo caer cuando mi hermano perdió el equilibrio. Tan solo comencé a reír al mismo tiempo que él comenzaba a levantarse, me miró y la expresión en su rostro no era molesta sino todo lo contrario. En ese momento no sabía si eran los nervios o aquella sensación de inquietud combinada con inseguridad, lo que provocaba que riera a carcajada abierta, pero no me importaba. En este momento lo que más quería era disfrutar de la compañía de mis amigos.


—Se comportan como un par de niños pequeños—Mariketa los reprendió.
—Todos los niños son pequeños, Mariketa—le respondió Uzziel—. Deja de comportarte como una viejita gruñona.
— ¡No soy una vieja gruñona! —apretó los dientes—. Pero en lugar de revolcarse en el lodo como cerdos, deberían estar pensando en algo mejor. Debe ser una noche para Kaylee.
—Lo es—replicó Zagiel.
—Mariketa—le tomé el codo y ella me miró. Estaba con la cara completamente roja—. Está bien. Realmente me gusta estar con ustedes.
—Además ¿qué no ves que está riendo? —Zag nuevamente entró a la defensiva.


Mariketa dio un resoplido que sonó exagerado, tan fuerte que parecía al lobo feroz de los libros infantiles. Cruzó sus brazos y se sentó colocando una pierna por encima de la otra. Negué con la cabeza al tiempo que reía. Sin duda extrañaría todo esto. Las peleas entre Zagiel y Mariketa, los berrinches que hacía mí querida amiga cuando no podía ganar.

Por un momento me mantuve en silencio, observando a mí alrededor. Viendo el paisaje que me había acompañado durante toda mi vida y que pronto dejaría para encontrarme con uno nuevo. Estaba completamente pérdida en mis pensamientos que no había notado que alguien se encontraba junto a mí. Mis recuerdos fueron interrumpidos cuando un tirón de mi brazo me hizo dejar mi asiento. Miré en dirección a mi hermano pero ellos estaban demasiado entretenidos. No me había vuelto para ver quién era hasta que me vi lo suficientemente lejos. Por alguna razón mi mente se había bloqueado y mis sentidos no respondían a los shocks de información que mi cerebro enviaba. Mi boca parecía haber sido cosida por los labios uniéndolos para impedir que un sonido pudiera escapar de ella.

Mi cuerpo comenzó a tener un ligero estremecimiento, pero no era de miedo o desesperación. Era como si quisiera contrarrestar lo que me estaba manteniendo en ese estado de sumisión. Finalmente una parte fue la vencedora. Un movimiento violento hizo retroceder a esa “persona” haciéndome caer al piso. Me incorporé de inmediato. Los hombros encogidos y tensados, los codos en dirección hacia atrás de mí haciendo curvarse mis brazos. Una posición de defensa pero que a mi atacante le pareció divertida ya que pude advertir su sonrisa entre la obscuridad.


—No esperaba que fuera de este modo, Kaylee.


La voz que provino de aquella figura me hizo tensar más el cuerpo. Mi mirada se clavó igual que cuchillas en él. Sus ojos verdes brillaban con intensidad, pero no por efecto de algún rayo de luz filtrado en la penumbra, su postura completamente erguida en toda su estatura mostraba seguridad. Los hombros hacia abajo, los brazos a los costados, la cabeza ladeada y esa sonrisa molesta.


— ¿De qué “modo”, hablamos? —intenté que el tono de mi voz fuera neutral.
—Nunca fuiste de las que reaccionan a la defensiva. Debo admitir que me sorprende ¿acaso no te agrada verme?
—Nunca es grato encontrarme contigo.
—Kayla. Creí que al menos te despedirías. Por los viejos tiempos.
—Araqiel. Esos “viejos tiempos” quedaron evaporizados como las plumas de los ángeles al caer.
—Esa es una analogía cruel—su sonrisa se ensanchó más.
—Entonces quizá deba usar otra. Se evaporó… como un vampiro al ser acariciado por el sol.


Su sonrisa disminuyó y su mandíbula se tensó.


—Ahora. Si dejaste de sentir nostalgia por tus recuerdos, dime ¿para qué me trajiste aquí?
—Kayla ¿no puedo pasar unos minutos con mi ex?
—No. Y no creo que hayas hecho tanto espectáculo para “pasar unos minutos”
—Siempre un paso adelante—soltó una risa—. Está bien. Tu, ganas —levantó los brazos en señal de derrota—. Se dio la noticia de que te vas.
— ¿Se dio? —encaré una ceja.
—En realidad me informaron. Y es que no podía creer que te marches, que tu padre finalmente abra la jaula en la que te tiene. Es impresionante.
—Te impresionas fácilmente. Eso no es algo que vaya con un ser que no puede sentir, puesto que su corazón no late.
—Eso hiere—hizo una expresión de dolor y puso una mano sobre su pecho en señal dolida—. En fin— juntó las palmas con fuerza provocando un fuerte chasquido—. Yo solo vine a asegurar mis pertenencias.
— ¿Asegurar tus pertenencias?
—Así es. Kayla, ¿creíste que cerrarías los ojos, contarías hasta diez y todo desaparecería? No seas tonta. Lo que es mío, siempre seguirá siendo mío. Un granjero marca su ganado para evidenciarlo como suyo, es algo similar a lo que yo hago.
—Estás loco ¿Qué demonios estás pensando?
—Es muy simple, querida—sus palabras silbaron en su boca, su sonrisa delató sus colmillos—. Voy a marcar mi “ganado”. Voy a evidenciar lo que es mío para que nadie lo toque, no importando donde esté.


La sangre se me heló en una corriente que me recorrió el cuerpo de la planta de los pies hasta la punta de la cabeza, tan rápido como el corazón se detiene ante el ataque de la serpiente más letal. Un sudor frío corrió por mi espalda… « ¡Alerta! » gritó algo a mi oído, algo dentro de mi «¡cuidado!» resonó dentro de mi cabeza volviéndolo un eco interminablemente resonante.

Vi sus pies moverse y mi cuerpo entero reaccionó dando la misma cantidad de pasos hacia atrás.


— ¡No des un paso más!
—Kayla ¿tienes miedo? ¿Me tienes miedo?—un tono divertido asomaba en su voz.
—No te tengo miedo. Pero sé que te propones.
—Entonces hazlo más fácil.


Intenté girarme pero no pude mover un solo musculo. Era como si mis pies se hubieran clavado a la tierra. Nuevamente lo estaba haciendo. Poniéndome bajo su influencia y yo…yo estaba cediendo completamente. Era… miedo.

Mis ojos se abrieron con terror cuando vi su cabeza inclinarse al tiempo que retiraba la tela de mi chaqueta, dejando al descubierto la piel de mi cuello. Sus fríos dedos pasearon por mi garganta. Ahogue un grito y sentí su exhalación sobre mi piel…fría.


—Solo un momento de dolor—advirtió—. Pronto todo pasará.


Sentí la punta de sus colmillos hacer un corte y una delgada línea de liquido se escurrió hacia abajo dejando un rastro de carmín. «No por favor» suplicaba a mis adentros. Mi único impulso me llevó a cerrar los ojos mientras su cabeza se ladeó, sus dedos se enterraron en mis brazos y su aliento golpeó mi garganta…


Hallo! Lo sé, tardé mucho, soy mala escritora, ya no me quieren T_T . Basta, soy muy dramática, ok no. Lamento haber tardado tanto, pero tuve una semana de exámenes y otra de entrega de resultados y bueno, mi cabeza no daba para mucho, Pero... ya salí de vacaciones, tengo dos semanas sin colegio, pero algunos profesores no entienden lo que la palabras VACACIONES significa -_- . 

Ricardo: ¡No me presiones! >.<"

Espero les guste el capitulo del día de hoy, y gracias por ser tan pacientes conmigo. Disfruten su lectura y hasta pronto.