sábado, 22 de junio de 2013

Capitulo 6 Secretos entre líneas

Regresé a la cama, no sin antes dejar el libro con los demás. Él tenía razón, y en aquel librero solo permanecían los libros que me gustaban, los que leía una y otra vez y de los cuales no podía escoger uno que fuera mi favorito. Para ser un renegado que me conocía solo de dos días atrás, parecía conocer más de mil de lo que me gustaría.
Había dicho que me debía un favor, pero ¿Qué clase de favor se supone que pediría? Estaba claro que dejaría eso perderse, no tenía la necesidad de pedirle favores, y menos a él. Mi vida comenzó a complicarse cuando él apareció en ella, y ahora que se había ido quizá comenzaría a seguir su curso normal. Pero sus palabras, aquellas últimas palabras prometían otra cosa.




Capitulo 6




—Tu atención aquí un momento, señorita. Jeune femme attention—ese acento francés comenzaba a volverse exasperante.
—Excusez-moi—respondí, pero el profesor parecía más que disgustado—. Lo lamento.
—Tiene que poner atención.
—He dicho que lo lamento.
—No basta con lamentarlo.
—Tiene razón — me levanté y golpee las palmas contra la madera—. Pero lamento más tener que sentarme a escuchar a un muerto con mal acento.


Estaba enojada. Mi humor había sido igual que todos los infiernos desde hacía cuatro días. Algo me tenía muy molesta, y a pesar de querer ocultarlo, no podía. Mi padre y Sora me habían preguntado a que se debía, pero simplemente, no podía decirles, que era debido a que me mentían. También tenía esa inquietud acerca de ¿Por qué no me dejaban ir arriba? ¿Por qué no me dejaban cruzar el portón? Con todas las cosas que habían pasado y todas las dudas que se habían generado en la última semana, estaba segura que mi padre tenía razones relacionadas con lo que había escuchado en su despacho. Estaba completamente segura que la historia de Sora no era cierta.
Pero fui yo la que no quiso escuchar respuestas cuando mi padre las ofreció.

Salí de ese lugar sin importarme nada más. Estaba demasiado enojada como para que algo me importara en ese momento. Mi padre estaría furioso pero estaba cansada de todo esto. Él debía esforzarse más por mantenerme ocupada. Había hecho esta misma rutina desde que pude hablar y caminar sin problemas. Pero parecía que mi padre no veía el avance y transcurso de los años. O si lo hacía, era únicamente a conveniencia.



Caminé durante algunos minutos, el granito debajo de mis pies sonaba con la firmeza de mis pasos, ¿Qué se supone que haría en lugar de estar en ese salón desolado? ¿Qué le diría a mi padre?

Las respuestas a mis preguntas nunca llegaban a mi mente. Hacía dos días que no veía a Mariketa, Zagiel estaba demasiado ocupado, Sora estaba muy callada y solo charlaba con ella cuando era hora de la merienda. Mi padre permanecía el día entero en su despacho y debí encontrarme completamente desesperada por un poco de atención y unas palabras cuando estaba a punto de dirigirme a Araqiel. Quizás mi mal humor se debía, también, a lo sola que me encontraba últimamente.

Como ya era costumbre, la casa se encontraba en completo silencio. Mis pasos resonaban haciendo eco en el vacío que recorría los pasillos. Miré en todas direcciones buscando a Sora, pero no estaba, simplemente es como si todos decidieran salir de casa, sin aviso, sin recados, nada.

Un solo suspiro rompió aquel silencio taciturno por un momento. Me dirigí a las escaleras y ascendí los peldaños uno a uno hasta llegar a aquel que siempre hacía un ruido que para mi padre, resultaba irritante, pero justamente ahora, me daba una pequeña sensación de alivio al escucharlo. Llegué a mi habitación y tras cerrar la puerta arrojé la mochila en una esquina, tomé el libro que estaba en el mueble junto a mi cama y lo abrí en donde el separador indicaba la página donde me había quedado la noche anterior. Esto era lo único que hacía, leer en mi habitación mientras todos estaban demasiado ocupados como para entablar una simple charla. Había ido a buscar a los minotauros pero ellos también estaban indispuestos.

Nunca antes había pasado algo así, que todo el mundo desapareciera y todo a mí alrededor se sintiera extrañamente solitario. Pero aun así, estar en casa me daba aun esa seguridad y el sentimiento de protección que necesitaba en esos momentos. Además, sabía que nunca me dejarían sola realmente, confiaba en ellos, confiaba en su amor hacia mí, y en el amor que les tenía.



Había terminado ambos libros que me dio Sora. Al no tener nada que hacer tomé mi cuaderno y un lápiz, garabatee un poco en la esquina de la hoja y después llevé la punta del borrador a mis labios, presionándolos un poco, tamborilee los dedos de mi mano izquierda sobre mi cama, mirando el cuaderno descansado en mi regazo. Mi mente ahora se encuentra en blanco, no puedo pensar en nada, mi mano dejó de moverse y mis parpados comienzan a pesar. Por un momento cerré los ojos y la sombra blanca de un rostro fugaz atraviesa mi mente.

                          
Abrí los ojos al mismo tiempo que un grito amenazaba con destrozarme la garganta. Flexioné mi cuerpo sentándome en la cama, cubrí el rostro con mis manos pero entonces ese color carmín me hizo mirarlas. No estaba, mis brazos estaban limpios. El sudor frío que recorría mi frente y mi pecho me hizo estremecer un momento. Mi corazón se encontraba retumbando en mis oídos, aun sordos por el viento que me había envuelto mientras soñaba. Respiraba con dificultad y sentía mi cuerpo estremecerse con furia. Tenía las manos sucias por el carbón del lápiz, la punta se había roto en mi palma dejando manchas negras.

Levanté la cabeza cuando la puerta se abrió. Zagiel estaba parado en el umbral de la puerta, mirándome completamente serio, sus ojos se veían opacos y debajo de ellos había medias lunas en color negro, apenas visibles.


—Kaylee. ¿Estás bien? —solo pude asentir —. Te escuché gritar y vine a verte.
—Tranquilo —dije con dificultad—. Estoy bien, solo ha sido una pesadilla—sus labios se fruncieron.
—Tú nunca has tenido pesadillas, Kayla—se acercó a mí—. ¿Está pasando algo?
—No. Así que no te preocupes.
—Si es así, debes decirme. Puedo ayudarte con lo que sea, y lo sabes —retiró un mechón de cabello de mi rostro, y lo puso detrás de mi oreja.
—Lo sé. Gracias —le sonreí para intentar tranquilizarlo.
—Muy bien. Entonces baja a desayunar. Mi padre quiere hablar contigo.
— ¿Hablar conmigo? —seguramente sería por lo ocurrido en la mañana. Pero Zagiel había dicho «desayuno», eso quería decir que nuevamente había dormido demasiado.
— ¿Qué fue lo que hiciste, Kaylee? Él está realmente molesto.
—Creo que ofendí a uno de los “profesores” —remarqué las comillas con mis dedos.
— ¿En serio? —la expresión de mi hermano cambió a una divertida—. ¿Qué le dijiste?
—Muerto con mal acento. Al menos eso creo.


Zagiel soltó una carcajada que se escuchó por toda la habitación, era agradable tenerlo de vuelta.


—Pequeña. Si esa es tu gran delito, no quiero imaginar cuando realmente hagas algo malo. Espera. Si lo imagino. Tu próximo crimen será: “Kaylee llamó toros a los minotauros” —levantó ambas manos con los dedos juntos por las puntas y cuando habló las separó lentamente, como anunciando algo espectacular—. Eres toda una delincuente, hermanita.
—Zagiel. No eres gracioso. Nunca dije que había hecho algo realmente malo. Y es increíble que mi padre me mande llamar por una tontería como esa, después de que nadie había tenido tiempo de decir, por lo menos, “buenos días”.
—Tranquila, gladiadora—su sonrisa no desapareció—. Buenos días.


Le golpee el hombro con el dorso de mi mano en una acción de juego, y le sonreí. Zag enganchó su brazo al mío y me condujo hasta la estancia. Mi padre se encontraba sentado en el sofá individual. Los codos recargados en los descansos a ambos lados, las manos entrelazadas entre sí a la altura de su nariz. Sus ojos estaban obscuros y sus hombros estaban levantados mostrando tensión.

Por un momento sentí que el corazón me dio un brinco y rebotó contra mi pecho. Nunca lo había visto tan enfadado. Tomando una gran cantidad de aire que me hizo levantar el pecho, me paré frente a él, quien con una seña me indicó sentarme. Así lo hice, pero me mantenía completamente erguida, no podía relajarme en la comodidad de la sala cuando había tanta tensión dirigida a mí.

Zagiel se paro detrás del sofá donde estaba sentada y colocó una mano en mi hombro, no me atreví a alejar la mirada de la de mi padre, así que simplemente puse mi mano sobre la de él. Mi papá tomó algo rectangular, al principio no sabía que era, pero después vi caer mi cuaderno negro en la mesa de centro.


—Kayla —su voz tenía un matiz rígido—. Quiero que me expliques lo que escribiste.
— ¿Lo que escribí? Papá, no sé de qué me estás hablando.


El señaló el cuaderno con la mirada y fue cuando lo tomé. Comencé a pasar las páginas hasta llegar a la que había garabateado la noche anterior. Mis ojos se abrieron completamente y mis cejas se levantaron en evidente sorpresa. La página contenía líneas y líneas de letras que formaban palabras, frases, párrafos. Di la vuelta a la página y la siguiente se encontraba igual. Dos hojas contenían escrito. Definitivamente era mi letra, pero no recordaba haberlas escrito. La última página en la que se había redactado, tenía subrayados nombres, nombres que yo no había escuchado mencionar antes.


—Léelo —me ordenó mi padre.


Regresé a la página y mis ojos comenzaron a recorrerla completamente. Yo no recordaba haber escrito nada de eso, no recordaba haber escrito nada más que los garabatos en la esquina superior de la hoja. Pero todo se encontraba aquí, cada letra de cada palabra era mía. Únicamente podía encontrar la diferencia en la presión empleada al escribirla, esta caligrafía era mucho más remarcada que la mía.

Leí meticulosamente cada línea ¿Cómo podía haber escrito esto? No podía comprender que había pasado.


— ¿Lo ves ahora?
—Padre. Yo… yo no recuerdo haber escrito nada de esto. Nunca había escuchado estos nombres.
—Kayla. El cuaderno estaba en tus manos cuando dormías —miré mis manos, aun estaban sucias por el carbón.
—Pero… yo no…— ¿Cómo podía decir que no lo había hecho? Todo indicaba que yo había escrito aquellas páginas — ¿Por qué es tan malo? —fue lo único que pude decir.
—Sabes el significado que muchas cosas tienen aquí. Kayla. Lo que tú escribiste en la primera página es la firma de una amenaza —lo miré confundida—. Escucha. Sé que puedes comprenderlo. Te lo diré más claro. Lo que está escrito ahí, es el juramento de un ángel. Un ser divino que fue traicionado, y pretende hacer pagar a todo aquel que se vio involucrado en su traición; la segunda página hace alusión a la muerte, pero no al ángel de la muerte, sino a la muerte misma, ofreciendo tu alma para perder su esencia y formar parte de su propio verdugo; la tercer página relata la segunda vida, donde el que ha regresado del jardín de la muerte pierde la cordura en adoración a quien lo ha regresado.
—El despertar de un vampiro—mi padre asintió aprobando.
—No son los únicos. Kaylee. La cuarta página tiene los nombres de ángeles y arcángeles que cayeron convirtiéndose en demonios —no deseaba escuchar más, pero él seguía hablando—. No sé cómo o porque escribiste esto. No sé si sabías lo que significa.
—Padre. Yo no lo hice. No lo recuerdo.
—Sabes que ella no te miente —intervino mi hermano—. Si ella dice que no lo hizo, debes creerle. Kaylee ha tenido pesadillas, algo está sucediendo.
— ¿Pesadillas? —Las manos de mi padre bajaron a su regazo—. Querida —su voz se suavizó—. No quería asustarte, lamento si lo hice. Sé, también, que has estado mucho tiempo sola pero... —se apretó el puente de la nariz, nuevamente se veía cansado—. Sabes que quiero lo mejor para ti ¿cierto?
—Lo sé. Perdón si…
—No debes pedir perdón— se levantó y fue en mi dirección. Cuando estuvo suficientemente cerca me abrazó como si yo fuera una niña —. Te prometo que todo estará bien, hija. Ahora, ve a comer algo, nosotros iremos en seguida.


Besé su mejilla y caminé en silencio hacia la cocina, pero antes de cruzar el umbral de la puerta escuché una vez más la voz de mi padre.


—Ha estado demasiado tiempo aquí.


Fue lo último que logré escuchar.

En la cocina, Sora estaba inclinada en dirección al horno, posiblemente estaba terminando de hacer sus deliciosos postres. Me senté en uno de los bancos altos frente a la barra y cuando ella se giró y me vio, me sonrió. Una sonrisa amplia y sincera. Colocó un plato frente a mí con unos panqueques recién hechos. Comencé a comerlos, aunque en realidad no tenía hambre. Todo lo que me había dicho mi padre, todas esas cosas que yo ignoraba ¿Qué más me estaba ocultando?


—Kaylee. Tu padre ya sabe lo que ocurrió con el de francés.
—Bueno… —resoplé—. Sora, tú sabes que todo eso es innecesario.
—Lo sé, y se lo he dicho a tu padre. Pero como siempre, nunca escucha.
—Quizá en eso nos parecemos —reí por lo bajo.
—Quizá. O quizá solo seas tú, y él sea él—rió divertida—. Por cierto ¿ya sabes que pedirás para tu cumpleaños?
—No. Supongo que algún libro nuevo. Una mascota. O quizá un reproductor, el último que Zagiel me dio lo perdió Mariketa.
—Adolescentes—lo dijo casi como un reclamo—. Puedes pedir otra cosa, nena.
—Solo hay otra cosa que quiero, y mi padre no lo aprobará.


Ella me miró, sabía que tenía razón así que simplemente dio el tema por terminado.

Después de unos minutos, mi padre y mi hermano entraron a la cocina. Zag llevaba una sonrisa tonta estampada en el rostro y mi padre parecía debatirse en que expresión poner en su rostro. Finalmente nada ganó y siguió con la misma expresión serena que acostumbraba. 

                           
Tomé el cuaderno una vez más, quería comprender o por lo menos recordar cuando lo escribí, pero simplemente no podía. Solo recordaba la pesadilla. Leí nuevamente cada página.


  • Primera página.

“Sepultar a tu cuerpo es mejor que dejarte libre, oír tus gritos de auxilio mientras te hundes a cada segundo, ya solo te queda rezar por tu alma y no por tu salvación que está perdida en este camino de lagunas y triste soledad que nos arropa al caer la tarde y tan fría que nos desnuda y la brisa que acaricia mi rostro, mis pies descalzos sienten la agradable sensación en la tierra y olor a la humedad que me despierta, este silencio que aturde mis sentidos es tan grande que podría correr a un lugar donde pueda escuchar aquellas voces que aun no siendo sinceras me relajan y me hacen sentir que no estoy solo, soy mi propio salvador, si caigo pierdo, yo decido seguir mi camino sé que si fallo muero pero sé también que hay un salvador que decide por mi y el tiene la respuesta a mi corto o largo destino, los años pasan cada vez más rápido dejando en el pasado toda huella de dolor, así tiene que ser, que todo aquello que quiera la destrucción de mi alma sea completamente desbastado, y que mi antorcha no se apague por culpa de un demonio disfrazado, todos los que me han hecho daño la pagaran, tanto asi que hasta lloraran lagrimas de sangre y debilitar sus ojos hasta que su espíritu no pueda mas y lleguen al mundo de la eterna perdición”



  • Segunda página.

"Las campanadas no cesan. Flores y velas se venden en las calles
tumbas que serán adornadas con ellas, en pocos días marchitas como los cuerpos ahí postrados.
¡Que triste es la muerte!
Casi tanto como la vida, aunque después todo sea un recuerdo
Solo los viejos conocen el poder del tiempo
de una vida ligada a la muerte, los niños jugando a ser grandes
los adultos deseando volver a su infancia.

Mi existencia termino entre sombras
bajo un profundo olor a sangre
alimentando la muerte, exterminando la vida
como se extermina la luz, como se extermina la oscuridad, como se exterminara la raza humana.

Le has demostrado al mundo que sabes vivir, ahora grita al viento que también sabrás morir."




  • Tercera página.

"Las lagrimas de sangre que emanan de tus ojos las esparzo sobre mi corazón vacio, lanzo al viento las palabras tímidas de tu ser y desearía que salvaras mi alma de la oscuridad. Tus labios están débiles y pálidos y tu mirada se empieza a cerrar, estás envuelta en el fuego que separa nuestras vidas. Veo un brillo claro en el firmamento la luna se observa en todo su esplendor. Mi alma se agobia sin la presencia de tu vida, vida que me has devuelto negando a la muerte el derecho sobre mí. Ahora tomando tu mano, pongo mi alma colgando de ella, del filo de la muerte me has rescatado, del frío jardín tus manos me han sacado.

Toma entonces mi lealtad y corazón, porque mi alma te pertenece. A ti se dirigen mis plegarias, porque me guiarás por el sendero de las sombras pero no me dejarás caer ante ellas."


  • Cuarta página.

"Abbadon, Adriael, Adramelech, Agares, Ramatael, Saraknyal, Batraal, Zavebe, Turel, Baraqel, Jetrel, Zeqel, Lilith, Azael."


Los escritos no podían llenar las páginas completamente, pero eso era lo que menos me importaba ahora. Quería saber ¿Por qué?, esa era la única pregunta que mi mente hacía. Todo se volvía más complicado cada día y una parte de mi comenzaba a sentirse ajena a este lugar.


Miré los garabatos en la esquina, y mi cuerpo se estremeció. Lo que había ahí, en ese pequeño espacio no eran simples garabatos, ahí se encontraba algo más, aquel rostro blanco se formaba en el negro del carbón adherido al papel. Igual que en mi sueño, era algo poco claro, pero el solo mirarlo me causaba esa sensación de miedo que no sabía de dónde provenía, algo estaba mal, yo lo sabía, lo sentía. Mi padre me estaba ocultando muchas cosas, quizá para protegerme, pero todo comenzaba a resultar de la forma en que él no lo quería. Y ahora, queriéndome proteger quizá me estaba privando de lo que realmente podría ayudarme.


Hola a tod@s!!!  Espero les guste el capitulo, a mi como que no me convenció mucho, pero lo creí necesario, ya comprenderán después porqué. Esta vez no tengo mucho que decir así que hasta  la próxima! Se cuidan muchotote. ^.^ 
Gracias por leer y comentar. ¡Adieu!


viernes, 14 de junio de 2013

Capitulo 5 Mala mentirosa

— ¿Cuál era su nombre?
— ¿Qué?
— ¿Cuál era el nombre de la niña? —había una cierta dureza en mi voz.
—El nombre de la niña… bueno era —me miró como esperando que desistiera—. Su nombre era Aleyda. Kaylee ¿podríamos dejar esto de lado? No es un recuerdo agradable.


Asentí sin dejar de mirarla. Algo en ella, o mejor dicho, todo, me decía que las cosas estaban mal —el temblor en su voz, que aunque casi imperceptible, podía jurar que estaba mintiendo. El constante movimiento de sus pestañas y la forma en que apretaba el mandil, retorciéndolo entre sus dedos. Solo lo hacía cuando estaba muy nerviosa— esto no debía ser verdad, o por lo menos no una verdad completa. Si Sora no podía decirme la verdad, tendría que enfrentar a mi padre.




Capitulo 5




Era la novena vez que estaba en esta misma posición. Mi cabeza colgando del filo de la cama mientras mi cabello se desparramaba por el piso. Sora se había marchado hacía media hora. Levanté los brazos una vez más y después los dejé caer sobre mi estomago. Resoplé con fuerza y me incorporé lentamente. Me dirigí a la puerta y antes de abrirla respiré hondo. Antes de que pudiera girar la perilla, esta se movió y al mismo tiempo que daba un salto atrás la puerta se habría.

Mi padre se encontraba en el umbral de la puerta junto a Zagiel. Ambos me miraban, pero la mirada de mi padre parecía angustiada.


—Kaylee —su voz era un tono quedo y cauteloso—.Cariño, estoy preocupado por ti ¿Qué es lo que te pasa? No has salido de tu habitación desde ayer.
—No tenía demasiados ánimos —me encogí de hombros.
—Kaylee, he hablado con Zagiel. Y me ha dicho lo que le preguntaste.
—Lamento haber escuchado tu conversación.
—No fue tu culpa. Estábamos hablando demasiado alto —pasó el umbral de la puerta y entró completamente a mi habitación—. Mereces respuestas, pero tu hermano no es el indicado para dártelas.


Por un momento sentí el corazón detenerse, un segundo después, escuchaba retumbando los golpes en mis oídos. No tenía premeditado que las cosas fueran a ser de este modo, que mi padre viniera por voluntad propia a contarme que es lo que estaba sucediendo en realidad, que no se molestara porque había escuchado la conversación, que en lugar de un ceño fruncido, encontrara una mirada cansada, angustiada e incluso que demostraba temor.

Pero justo ahora, en este momento, al ver la expresión en el rostro de mi padre, no estaba tan segura de si quería escuchar todo lo que había estado dando vueltas dentro de mi cabeza durante todo el día. En ese momento vino a mi mente su rostro «William» él había sido quien comenzó con todo esto, no conforme con lo que había sucedido en el despacho, él había ido a buscarme, había presentado interrogantes que comenzaban a taladrar mi mente. Ese renegado. Su recuerdo me trajo una oleada de miedo, ¿y si realmente quería hacernos daño? No podía permitirle hacerle daño a mi familia.

Sin darme cuenta había comenzado a jugar con mis manos, entrelazando los dedos y retorciéndolos, un acto que hacía solo cuando me encontraba tan nerviosa que mis manos comenzaban a temblar, el juego que empleaba en ellas era para desviar la atención y que no se diera a notar el temblor. Miré a mi padre y detrás de él a mi hermano, el pecho de Zagiel ascendía y descendía lenta y violentamente como si lo estuvieran golpeando, pero conocía demasiado bien a mi hermano como para saber que eso sucedía cuando retenía el aire lo suficiente para evitar que su pecho hiciera un movimiento rápido de sube y baja delatando lo nervioso que se encontraba.

Abrí la boca, pero no dije nada, las palabras se atoraban en mi garganta. Apenas un hilillo de voz se deslizaba por mi garganta, raspándola y provocando un dolor —que más que otra cosa, era psicológico— cuando las palabras querían salir. Noté que mi labio inferior temblaba y lo mordí intentando que el temblor cesara completamente. Sabía que el renegado volvería por respuestas, quizá podría decirle lo que Sora me había dicho, pero haría más preguntas y yo…yo tendría que responder.

La experiencia que tenía mintiendo era absurda, jamás había sido una buena mentirosa. Incluso en lo más sencillo siempre había sido descubierta. Así que cuando se trataba de mentir —o en mi caso, esconder una verdad— era mejor quedarme callada, evadir el tema o pedir ayuda a Mariketa —como lo había hecho con Araqiel— y tratar de zafarme de cualquier manera posible que no fuera hablando.


—Kaylee. No sé qué es lo que deseas escuchar primero, así que…así que puedes comenzar por preguntar cualquier cosa —escuché un pequeño temblor en la voz de mi padre y el corazón se me encogió tanto que sentí que dolía, jamás lo había visto tan preocupado.
—Papá—mi voz sonó apenas en un susurro, igual que si fuera una niña pequeña—. No…no tengo ninguna pregunta —sus ojos se abrieron fijándose en mi, tenía que hacer algo para mezclar verdad.
—Pero, Kaylee…creí…creí que tú…
—Estoy bien. De verdad. Lamento si te preocupé, es solo…solo fue un momento de curiosidad. Sora me ha dicho ya… me ha dicho un poco, y es suficiente.
— ¿Estás segura? No has querido salir desde ayer.
—Sí. Es solo que me sentía…—ahí estaba nuevamente, la hora de mentir, debía reemplazar una mentira con una verdad—. Herida —dije finalmente—. La forma en que… en que Zagiel reaccionó conmigo, yo…— miré a mi hermano, sabía que no era justo para él, pero no mentía en lo que decía. Además, si decía mentiras sería descubierta.
—Kaylee —la voz de mi hermano me hizo mirarlo—. Lo lamento. Realmente lo siento, no debí tratarte de esa manera, no sabes cuánto me detesto por eso.
—No lo hagas. Estoy bien, realmente no debo meterme en asuntos que no son míos —ahí mi voz cambió, comenzaba a mentir—. Tienes tus razones, cada uno las tiene. Simplemente estoy cansada y tengo hambre. ¿Podríamos bajar a cenar?


De repente, el rostro, tanto de mi padre como de mi hermano, se mostraron aliviados, sus músculos se relajaron e incluso los hombros de Zag bajaron. Mi padre sonrió mostrando unas pequeñas arruguillas en las comisuras de su boca, se acercó a mí y me abrazó, un abrazo cálido y cariñoso, como cuando era niña.


—Posiblemente, Sora, ya tiene lista la cena.


Le sonreí a mi padre y por un momento los golpes en mis oídos cesaron. Mi hermano me pasó el brazo por encima del hombro en un abrazo corto mientras me conducía hacia las escaleras y bajábamos a la primera planta. El olor a la merienda que Sora preparaba —o posiblemente ya había preparado— llegaba hasta mi nariz, ya había comido hacía más de media hora, pero por alguna razón quería un poco más. Quizá el alivio que había sentido en ese momento al ver la preocupación abandonar a mi padre me había abierto de nuevo el apetito.

Entramos a la cocina, siempre había un olor agradable ahí y se sentía la calidez acogedora de siempre. Sora, me miró y dio una pequeña sonrisa, inmediatamente puso un plato frente a mí con un enorme trozo de tarta de manzana y piña. Tomé un tenedor y comencé trozo por trozo hasta dejar el plato limpio. Mi padre, mi hermano y Sora me miraron mientras sonreían.


—Kaylee, linda. Espero que ahora que estás comiendo más, pueda finalmente ver de nuevo esos «cachetitos» que solías tener—Sora chilló emocionada.
—Los intentos son en vano, Sora. Kaylee, parece ser inmune a tu comida cuando se trata de subir de peso —Zagiel soltó una risa y Sora le lanzó una mirada iracunda.
—Eso no es cierto. Es solo que ella no devora todo como tú. Por cierto, querida, te tengo un regalo.


Ella tomó un pequeño paquete que había encima de uno de los estantes en la cocina, me lo tendió y lo tomé pronto. Lo abrí de prisa y una sonrisa —que seguramente me hizo ver muy infantil— apareció en mi rostro.


—Gracias, ¡es estupendo! — en mis manos había una copia de “Besada por un ángel” y debajo de esta, había otra más “Días de sangre y resplandor” —.Son perfectos.
—Me alegra que te gustaran, voy a conseguirte unos más.
—Muchas gracias, Sora, los comenzaré cuanto antes.
—Primero sería conveniente que terminaras el otro.
—Solo me faltan unas pocas páginas… —y en ese momento recordé que no encontraba aquel libro—lo terminaré pronto.


Mi hermano me miró y sonrió, sabía que algo estaba pasando por mi cabeza y casi podía adivinar de qué se trataba. Lo miré y él solo levantó los brazos y con un gesto me indicó que no diría nada, le sonreí, era realmente bueno no estar enfadada con él.
                   


Con gran dificultad, abrí los ojos. Por un momento creí que estaba soñando e incluso en ese instante pensé que aun permanecía dormida. Aquellos pequeños golpecillos al cristal los ignoré completamente pensando que eran parte de mi sueño. La iluminación no era la mejor, tan solo era un suave resplandor, tan tenue —como una linterna en forma de media luna con una estrella de solo 30 centímetros, en colores plata y blanco— permitía ver solo unas siluetas igualmente tenues, aquella luz de noche me la había obsequiado mi hermano.

Me levanté quedando sentada en la cama, con las cobijas sobre las piernas, a la altura de la cintura, parpadee repetidas veces y cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra, me maldije mil veces por ser tan descuidada. Sora siempre me había dicho la mala costumbre que tenía respecto a mis ventanas.


—Un día de estos, Kayla, alguien va a entrar y te robará todo, o quizá no te vaya tan mal y quien entre sea un chico muy apuesto buscándote.


Me había dicho en una ocasión, pero a mi padre no le hizo para nada gracia el comentario.

Ahora estaba queriéndome dar tirones en el cabello. Aquella silueta, que se encontraba junto a mi cama, era grande, una altura mayor a la mía, podía ver sus ojos brillar en mi dirección por el reflejo de la luz. Me levanté de un salto poniéndome de pie intentando correr hacia la puerta, pero me tomó de la cintura obligándome a caer de nuevo en la cama y sujetó mis muñecas presionándolas contra el colchón. Abrí la boca pero no dije nada, no era de las chicas que gritaran como histéricas ante cualquier situación. Pero no era cualquier situación, alguien estaba en mi habitación, era claro que no intentaba robar o lo hubiera hecho sin despertarme. Respiré profundo, llenando mis pulmones de todo el aire posible, estaba completamente dispuesta a gritar el nombre de mi hermano, pero las palabras quedaron atoradas en mi garganta, comenzando a desvanecerse rápidamente. Su rostro estaba cerca del mío y logré descifrar quien era.


— ¿Qué estás haciendo aquí?
—Olvidaste cerrar el pestillo de la ventana —sonrió, y sus blancos dientes se hicieron notorios en la obscuridad—. Fue fácil entrar, además, tienes el sueño pesado.
—No te pregunte como entraste sino ¿Qué estás haciendo aquí? Y yo no tengo el sueño pesado.
—Está claro que vine a verte. Y puedo decirte que duermes como un bebé —sonrió.
—Eres un…—algo similar a un gruñido rasguñó mi garganta —. ¿Puedes soltarme?
— ¿Prometes no gritar y no intentar salir corriendo?
—No tengo que prometerte nada.
—Entonces creo que nos quedaremos así. La verdad, tu cama es bastante cómoda.
—Está bien ¿sí? No saldré corriendo, ni voy a gritar.


Me miró y después de lanzarme una sonrisa me soltó para después deslizarse por el colchón y quedar de pie. Me levanté cuanto antes y me senté sobre mis talones, encima de mi cama. Le di una mirada iracunda mientras esperaba que pudiera decirme la razón por la cual estaba ahí.


— ¿Y bien? —Insistí de nuevo—. ¿Vas a decirme que haces aquí?
—Sabes él porque estoy aquí. Vine por respuestas, Kayla.
— ¿Respuestas? —Me miró encarando una ceja—. Oh vaya, ya lo recuerdo. No tengo tus respuestas.
—Tenemos un trato, Kayla.
—Eso no es verdad. Nunca cerramos un trato, nunca acepté un trato tuyo. Y deja de decirme Kayla.
—Ese es tu nombre. Aunque quizás, prefieras que te llame Kaylee. Así es como te llaman todos ¿cierto? O eso fue lo que escuché de la quimera.
—No. Mejor dicho, no quiero que digas mi nombre. No quiero que me hables en lo absoluto. No quiero que te me acerques—me bajé de la cama y me erguí a todo lo que daba mi estatura—. No quiero nada que ver contigo. ¡Déjame tranquila! —Estaba parada frente a él, sin darme cuenta del tono de mi voz—. Llamaste a Sora ¿Quimera? —mi tono era aun más furioso—. Eres un… ¡Ah!
— Un ¿“ah”? ¿Qué tipo de insulto es ese?
—Solo, lárgate.
—Kaylee, ella es una quimera. No sé porque intentas engañarte.
—Sé lo que es, pero ella es mi familia, ella tiene un nombre. Y tú te refieres a ella, como si fuera un ser inferior—me dejé caer sentada sobre la cama, este tema comenzaba a ser exhaustivo—. Escucha, solo… solo quiero estar tranquila. Todo esto comienza a volverse algo… ni siquiera sé como describirlo.
—Solo quiero saber sobre el humano.
—Si te lo digo ¿me dejarás tranquila? —él asintió—. Está bien. Lo único que sé, es que la hija que mi padre tuvo con una humana, murió hace muchos años, cuando yo aun ni siquiera había nacido.
—Eso ¿es todo?
—Sí. Es todo lo que me contaron. Así que puedes estar tranquilo de que la humana que buscas está muerta.


Lo miré. Me era difícil deducir la expresión en su rostro, la luz no ayudaba, además de que era una caja fuerte en esos momentos. Solo pude escuchar un sonido que parecía un carraspeo en su garganta. Juntó las manos provocando un bajo chasquido y entrelazó los dedos entre sí. Parecía decepcionado, pero era como si lo estuviera de otra cosa y no de lo que le acababa de decir.

Esperaba que se marchara, ahora que le había dicho lo que quería.


—Kaylee, eres una pésima mentirosa ¿sabías?
—No estoy mintiendo.
—Lo sé—en ese momento me sentí confundida—. Pero te lo dije, porque estoy seguro que no quisiste saber más para no tener que mentir. Aun así, cumpliste tu parte, y ahora yo te debo un favor —sonrió—. Te dejaré tranquila, como lo dije.
—Eso espero.


Caminó en dirección a la ventana, sus pasos apenas y lograban escucharse en la habitación. Lo seguí con la mirada para asegurarme que se marchara, pero justo cuando estaba frente a la ventana se detuvo, se volvió hacia mí y se acercó de nuevo.


—Una cosa más.
—Por todos los cielos ¿ahora qué?
—También vine para devolverte esto—me estiró un objeto que sostenía—. Lo dejaste cuando saliste corriendo, ayer.


Tomé el objeto y me di cuenta que era el libro que había perdido. Resoplé y me sentí culpable, había pensado que tal vez me pediría otra cosa, uno más de sus tratos.


—Gracias, lo había estado buscando.
—Es un libro interesante. Igual que toda tu colección ¿Cómo consigues todos estos libros?
—Me los regala Sora o Zagiel. Mariketa también me ha dado unos tres —abracé el libro contra mi pecho.
—Tienes un gusto interesante.
— ¿Un gusto interesante? ¿Cómo sabes que todos ellos me gustan?
—Es sencillo. No tendrías los que no te gustan en el mismo sitio que los que sí —me sonrió—. Solo era eso, aunque admito que tu pijama es lindo.


Sentí mi rostro comenzar a calentarse de los pómulos, mientras el calor se extendía en todo su perímetro y siguió con todo a su paso, sabía que me había puesto de un tono escarlata intenso y agradecí a la obscuridad de ese momento.


—Ya debes irte —le dije esperando no notara que me había puesto nerviosa.
—Sí, tienes mucha razón— se acercó a mí en una forma que solo podría definirse como invasión del especio personal—. Hasta luego, Kaylee—me susurró.


Se alejó de mí y salió por la ventana. Me quedé mirando a la obscuridad. Ya antes me había preguntado cómo es que a veces infra tierra podía ponerse obscura completamente, en la noche. Siempre había tenido esa misma claridad, tanto en el día como en la noche. Siempre tenía esa combinación de matices rojizos, anaranjados y purpuras—he ahí porque tenía cortinas gruesas y en tonos obscuros—pero a veces y en muy raras ocasiones, infra tierra cambiaba y se matizaba completamente obscura, como si fuera una noche como la que disfrutan los humanos.

Regresé a la cama, no sin antes dejar el libro con los demás. Él tenía razón, y en aquel librero solo permanecían los libros que me gustaban, los que leía una y otra vez y de los cuales no podía escoger uno que fuera mi favorito. Para ser un renegado que me conocía solo de dos días atrás, parecía conocer más de mi de lo que me gustaría.


Había dicho que me debía un favor, pero ¿Qué clase de favor se supone que pediría? Estaba claro que dejaría eso perderse, no tenía la necesidad de pedirle favores, y menos a él. Mi vida comenzó a complicarse cuando él apareció en ella, y ahora que se había ido quizá comenzaría a seguir su curso normal. Pero sus palabras, aquellas últimas palabras prometían otra cosa.

sábado, 1 de junio de 2013

Capitulo 4 Trueque de favores

—Escucha, Bill. Te lo diré una vez más, déjame tranquila.
—No estoy haciendo nada —se encogió de hombros.
—Este es uno de esos momentos cuando sientes que un lugar es demasiado pequeño para dos personas —bufé molesta.
—Creí que el inframundo era lo suficientemente grande para que todos estuvieran en él.
— ¿El inframundo?

Su mirada se oscureció más y después era cubierta por sus parpados mientras negaba con la cabeza.

—No, conoces el mundo en el que vives. Estás más perdida de lo que pensé…



Capitulo 4




«Perdida» esa palabra me causó un mareo y me resecó la boca, dejándome en ella una sensación pastosa y desagradable. El renegado me miró serio, pero su rostro parecía sereno, mientras el mío, por el contrario, estaba tenso. Necesitaba sentarme de nuevo, me dolía la cabeza, los mareos estaban cada vez más intensos, todo comenzaba a dar vueltas a mí alrededor. Por un momento parecía como si el silencio me hubiera envuelto completamente; tan solo unos cortos segundos, cuando sentí un soplido, mis oídos se destaparon y pronto un sinfín de gritos, gruñidos y risas espeluznantes comenzaron a ensordecerme.

Cubrí mis oídos con las manos, cerré los ojos, pero aquellos sonidos parecían estar dentro de mis oídos, de mi mente. Podía sentirlos retumbar dentro de mi cabeza, pero ahora no eran solo sonidos; siluetas parecían bailar frente a mis ojos aun cerrados, cuerpos brincando, girando y golpeándose entre sí. Pero aquellos cuerpos permanecían sin rostro, una sombra ocultaba quienes o que eran. Un dolor intensó comenzó a taladrarme desde adentro. Mis brazos y mis piernas comenzaban a tener un hormigueo mientras las sentía temblar y de pronto solo el sonido del viento silbando fuertemente en mis oídos, sentí un peso sobre el pecho y me sentí caer al vacío. La obscuridad invadió mi vista mientras un frío sofocante ahogaba mi garganta.




Sentí un calor diferente al que me rodeaba. Infra tierra, nunca había sido fría, no podía distinguirse una temperatura distinta a la que había siempre. Pero este era un calor distinto, que rodeaba mis brazos, pasando por encima de mis hombros, parecido a cuando era pequeña, y mi padre, me sostenía en brazos mientras me llevaba somnolienta a mi habitación.
Comencé a abrir los ojos pero solo podía ver figuras abstractas, borrosas. Parpadee varias veces para tratar de aclarar las formas frente a mí, intenté levantarme pero sentí un fuerte dolor detrás de la cabeza, lo que me hizo soltar un quejido.

—No te muevas. Te diste un buen golpe en la cabeza.

Aquella voz, sonaba distante, pero era imposible que pudiera estar tan lejos. La luz atravesaba el escudo de mis pestañas mientras mis parpados se movían rápidamente intentando proteger mis ojos del intruso resplandor. Poco a poco, las cosas comenzaron a tomar su forma. Lo primero que pudieron enfocar mis ojos fue el arco de piedra que estaba pegado a la entrada del mausoleo frente a mí, moví un poco la cabeza para intentar mirar a otro lado, pero una punzada de dolor me hizo retroceder de mi acción. Cerré fuerte los ojos y después los abrí, me encontré con un par de esferas negras fijas hacia abajo, en mí, un halo de luz se observaba detrás de su cabeza haciendo que la sombra cayera sobre su rostro. Mis ojos entrecerrados comenzaron a observar cada detalle, era cierto que aun quedaba aquel rastro del ángel que fue, la belleza impresa en su rostro pero que tenía un toque de rudeza y un poco escarpado.
Levanté mi brazo y deslicé mi pulgar en su barbilla, un ligero toque, y mi idea cambió descartando el último adjetivo, su rostro tenía un tacto suave. Sus labios se curvaron en una sonrisa.

—Creo que el golpe, fue más fuerte de lo que pensé—en ese momento bajé mi brazo sintiendo tenso el rostro.
—Te dije que me dejaras tranquila —bufé molesta mientras intentaba levantarme, pero era inútil, el dolor era muy fuerte.
—Si fuera tú, no intentaría moverme.
— ¿Qué demonios me hiciste?
— ¿Yo? Solo te ayudé. Pero ya veo que además de ser mal educada, quisquillosa y malhumorada también eres mal agradecida.
—Y ¿Por qué se supone que debería estar agradecida con un renegado?
—Bueno. Aun estás en mis brazos.

Su sonrisa se ensanchó y en ese momento sentí que el rubor comenzaba a tomar posesión de mi rostro. Ignorando el dolor, me levanté de un salto alejándome de él. Mis piernas se tambalearon pero logré mantener el equilibrio mientras me tomaba fuertemente la parte trasera de mi cuello, pero el dolor no era únicamente ahí, sino más arriba, en la nuca. Aun me sentía mareada y mi vista comenzaba a perder la figura verdadera de las cosas, suplantándola por formas borrosas, igual que si estuviera mirando a través de un cristal empañado.
Cuando mi cuerpo entero se tambaleó amenazando con caer, sentí nuevamente que me sostenía, pero esta vez únicamente me ayudaba a mantenerme de pie.

—Eres tan… tan… ni siquiera tengo una palabra para describirte en este momento.
—Pues yo tengo muchas para decirte ahora mismo. ¿Qué fue lo que pasó?
—Eso debes decirlo tú. Simplemente te desplomaste sobre el piso, golpeaste con la banca y quedaste inconsciente. Me quedé aquí para asegurarme de que estuvieras bien.

Me llevó de vuelta a la banquilla y me senté. Una vez que pude estabilizarme lo miré levantando la mirada en su dirección.

— ¿Por qué habrías de querer ayudarme? ¿Qué es lo que estás buscando obtener?
— ¿Obtener? —Pareció sorprendido por mi repentino cuestionamiento—. No sé qué es lo que está dentro de esa cabecita tuya, pero no estoy interesado en obtener algo de ti. Pero si me vendría bien un poco de tu ayuda.
—Acaso ¿eso no es obtener algo de mí? —Reí sin humor— ¿qué clase de ayuda?
—Tú llamaste a Samael “papá”
—Y tú llamaste Samael a mi padre.
—Kayla, ese es el nombre de tu padre. Es increíble que no lo sepas. Es tu padre.
—El nombre de mi padre es Sam, de Sam… —mi voz se apagó un momento—. Siempre pensé que era diminutivo de Samuel. Pero ¿Qué es lo que quieres de él?
—Él tiene a sus órdenes a  una considerable cantidad de caídos, pero también de oscuros y espectros. Tu padre es un ser muy poderoso, pero también muy tonto. Tan tonto como para proteger a un humano.
— ¿Por qué mi padre querría proteger a un humano?
—Eso es algo que no me corresponde decirte. Tú eres hija de las tinieblas. Tú y tu hermano nacieron en este lugar ¿cierto? Dime Kayla ¿dónde está tu madre?

Algo similar a una oleada violenta sacudió mi cabeza. — ¿Hija de las tinieblas? ¿Mi madre? ¿Por qué le interesaba todo esto?— Todo estaba fuera de lugar ¿por qué había venido?
Me tomó un momento poder ordenar mi mente. Encontrar una respuesta a todo, pero aun no la tenía. Las piezas estaban demasiado desordenadas para armarlas ahora.

—Mi madre murió cuando yo era pequeña.
— ¿La conociste? ¿Cómo era?
—No. Ella murió cuando yo era un bebé.
—Lo siento —dijo, pero su tono no parecía de sincero pésame —. Escucha. Lo que necesito que hagas por mí…
— ¿Se supone que ahora hago cosas por ti?
—Está bien —pareció exasperado—. Te lo voy a recompensar. Tómalo como un favor, un trueque de favores —se expresó mejor—.Necesito información, y tú eres la única que puede proporcionarla. Aunque por lo que me he dado cuenta, estás más perdida que un niño en el centro comercial.
—Sí, muy gracioso, William.
—De acuerdo, las bromas no van contigo, ya me di cuenta—se encogió de hombros—. Simplemente necesito que investigues sobre la “hija” de tu padre. Sobre esa criatura que escondió hace años.
— ¿El supuesto humano? —lo miré incrédula.
—Sí. Tan sencillo como eso.

Lo miré unos segundos. El mismo tiempo que tardaron los recuerdos de Zagiel en llegar a mi mente. La forma en que me había hablado. Sentí enojo y tristeza al mismo tiempo.

—Te equivocaste de chica. Ellos no me dirán nada.
—Las mentiras no van bien contigo.
—No miento —me erguí. Por alguna razón desconocida, el dolor estaba casi extinto de mi cuello, no podía sentirlo ahora como en un inicio—. Zagiel, se molestó mucho cuando le pregunté… sobre algo.
—Entonces tenemos un problema, princesa—rascó su nuca mientras paseaba delante de mí de un lado a otro —. Tienes que conseguir que te digan algo.
— ¿Y que se supone que obtendré yo de todo esto?
—Algún beneficio puedes obtener. Al menos ya te debería un favor. Que afortunada —me guiñó el ojo.

Me levanté completamente seria. No me agradaba él. No me agradaba que me pidiera interrogar a mi familia, — aunque lo haría de todas formas— que no me dijera los motivos por que lo hacía. Comencé a caminar pasando a un lado suyo sin siquiera mirarlo. Ahora debía regresar e intentar hablar con Sora, quizá ella me ayudaría con todo esto.

— ¿Qué haces?
—Me marchó ¿Es que no lo ves? —ni siquiera me molesté en mirarlo. Dos pasos más pero él ya estaba delante de mí.
— ¿Cerramos el trato? —me lanzó una sonrisa pícara que ignoré de inmediato, al mismo tiempo que levantaba el brazo y extendía la mano hacía mi.
—Ni siquiera lo sueñes. Yo no hago trato con los hijos del diablo.
—Es gracioso que lo digas —soltó una risa sin humor —. Puesto que tu eres hija de uno de sus demonios.

Mi cuerpo se congeló mientras la sangre se drenaba de mi rostro, mi corazón comenzó a sonar en mis oídos, lento y fuerte, igual que un tambor de marcha fúnebre. Las cosas parecían comenzar a perder sentido. ¿Por qué me afectaban tanto las palabras de este caído? Tenía que haber una explicación para el torrente de palabras y frases que me había dicho hoy. Para todas las cosas que parecían sorprenderme viniendo de él. No podía ver mi rostro, pero aseguraba a que estaba aun más blanco de lo habitual.
Sus ojos se obscurecieron mientras penetraban en mi mirada. Parecía sorprendido pero a la vez divertido, igual que cuando le dices una mentira a un niño y después, al mismo tiempo, le dices la verdad.

—Creo que tienes muchas preguntas que hacerle a tu querido padre —su voz era igual a un tono de burla y diversión—. Te debe muchas explicaciones. ¿En qué mundo creíste que vivías? Esto es realmente divertido.
—Cierra la boca. No le veo lo divertido.
—Quizá no para ti. Pero para mí, sí lo es. Nunca vi antes a nadie tan desorientado y tan ciego, como tú.

No tenía ni la más mínima intensión de seguirlo escuchando. Mientras más lo hacía, más preguntas se formaban dentro de mi cabeza, más dudas aparecían ante mí y más fuera de lugar me sentía. De pronto, comenzaría a perder la sensación de seguridad, sobre mi hogar, mi familia e incluso sobre mí.

Me hice a un lado y comencé a caminar alejándome del renegado. Aunque no podía verlo, sabía que sonreía. Había conseguido lo que quería, sembrar una considerable cantidad de dudas en mí, todo lo que tenía que hacer, era preguntar y obtener las respuestas. Después. Él vendría a buscarlas, tan simple como eso y a la vez tan complicado como lograr que me dijeran algo.

Mientras caminaba, pensaba en mi hermano, la forma en cómo se había alterado, el horror en su rostro cuando le hice esa simple pregunta, pero ¿por qué? ¿Por qué había reaccionado de esa forma? Me han estado ocultando muchas cosas, cosas que parecía que podría tolerar, pero ahora… ahora no estaba tan segura. Con todas las incógnitas volando a mi alrededor, aparecían otras más ¿tenía relación todo esto con el motivo por el cual no me dejaban atravesar el portón? ¿Por eso no me permitían ir arriba? Toda mi vida la había pasado en este lugar, siempre con los mismos rostros, el mismo paisaje, las mismas rutinas. Siempre alejada de todo lo que no fuera conocido. Encerrada en una caja de cristal. Una jaula, como había dicho Araqiel.

Mis tenis pateaban el granito obscuro, mis pasos eran pesados, como si no quisiera llegar a casa. Y realmente no lo quería. Sabía que me encontraría con mi hermano, con mi padre, ahora serían un par de miradas desaprobatorias en mi dirección. Acusadoras y atemorizantes. Mi única oportunidad, era entrar sin que nadie me notara, igual que como salí. Desde ayer en la tarde no vi a nadie, simplemente quería estar sola, y al amanecer salí de casa como si fuera una ladrona, a escondidas y sigilosamente. Pero a esta hora del día… realmente no sabía qué hora era, todo parecía igual —como siempre— no podría decir que hora del día era. Pero posiblemente mi padre estaría en casa.


Miraba hacia arriba, realmente era una buena altura, pero era una fortuna que mi ventana diera a la parte trasera de la casa. Había una enredadera adherida a una vieja escalera, que prácticamente se mantenía en una pieza gracias a la planta, que por obra de un milagro había podido echar raíz en ese lugar. Nunca antes había trepado, pero no podría ser tan complicado, posiblemente si era cuidadosa en los lugares donde ponía mis manos y pies subiría sin ningún problema.

Mis manos tomaron ambos extremos de la escalera. Esta era áspera y las pequeñas astillas rasguñaban mi piel dejándome tenues marcas blanquecinas. Uno a uno subí por los estrechos maderos atravesados en forma horizontal en la escalera. Estos rechinaban amenazando con partirse por la mitad y dejarme caer. Y no tardó mucho en ocurrir, uno de los maderos se partió desproporcionalmente por la parte izquierda, mi pie cayó haciendo que mi cuerpo perdiera el equilibrio y mis manos resbalaron por los bordes de la escalera. Sentí las astillas de la madera penetrar mi piel bajo las palmas de mis manos, pero logré aferrarme fuerte y no caer.

Antes de que averiguar si alguien había escuchado me apresuré a subir. Tenía la mala costumbre de dejar el pestillo de la ventana abierto pero ahora eso me alegraba. Solo la empuje y estas se abrieron igual que un libro. Entré rápidamente y cerré asegurando, esta vez, las ventanas. De mi boca salió una cantidad de aire que había retenido mientras subía. Como esperando que no pudieran escucharme respirar. Me dejé caer sobre la cama y el morral golpeó el piso. Pasé la correa por encima de mi cabeza y lo colgué del tubo de mi cama. Unos golpes me hicieron dar un pequeño salto y una voz dulce se escuchó del otro lado de la puerta.

—Kaylee. Kaylee, cariño ¿estás ahí? —la voz de Sora atravesaba la madera blanca de la puerta.
—Sora. Sí estoy aquí. Pero no quiero hablar con nadie—me abracé a mí misma.
—Kaylee, no puedes permanecer ahí encerrada. No has comido nada desde ayer que llegaste. No has comido nada en toda la mañana. Son las cinco de la tarde, esto va a hacerte mucho mal si sigues así — ¿las cinco de la tarde? ¿Tanto tiempo había estado fuera? ¿Tanto había permanecido inconsciente? Entonces lo recordé. Sora era, posiblemente, la única que respondería mis preguntas.
—Está bien, puedes entrar.

Retiré la pequeña tranca de la puerta y la abrí. Ahí estaba Sora, con esa dulce sonrisa y esa mirada que siempre me decían que todo iba a estar bien. El delantal cubriendo su cintura por debajo de su corsé de armadura dorada. El cabello plateado recogido en una trenza que había hecho un nudo detrás de la cabeza. En sus manos traía una amplia charola blanca con sus deliciosas meriendas. El olor llegó hasta mi rostro y mi estomago comenzó a hacer ruidos fuertes de reproche. Entró a mi habitación y cerré la puerta.

—Kaylee, estaba preocupada por ti. Ayer no bajaste a cenar y hoy no has salido en todo el día.
—Estoy bien, Sora. Solo necesitaba estar sola —tomé un panecillo y le di un gran y desesperado mordisco.
—Zagiel, me dijo que te habló mal. Incluso dijo que te lastimó.
—Bueno él… no lo hizo en realidad.
— ¿Por qué lo hizo?
—Porque posiblemente pregunté algo que no debía —suspiré recordando el rostro de Zagiel.
— ¿Qué fue?
—Algo que escuché de un renegado. Sora, ahora estoy muy confundida —ella me miró con esas esferas azules—. La verdad… es que salí desde temprano, solo que nadie lo notó. Me encontré con un caído y me dijo algunas cosas que… bueno…que me dejaron pensando.
—No creas nada que esos mentirosos te digan.
—Sora. Le pregunté a Zagiel sobre la “mascota humana” de papá. Lo escuché de un renegado, un renegado que le preguntaba a mi padre sobre eso. Mi padre le respondió que no era su mascota y entonces el caído la llamó rata, mi padre se molestó y le gritó que no llamara así a su hija. Yo soy su única hija ¿estaban hablando de mi?

La sonrisa del rostro de Sora se había evaporado igual que el rocío con los rayos del sol. Ahora se mostraba una expresión seria y sombría, parecía que era como una máscara que podía quitar y encontrar las respuestas tras ella. Sora se limitó a mirarme, pero ahora inexpresiva, se acercó a mí y me abrazó fuertemente mientras sentía su fría camiseta metálica chocar contra la abertura de mi camiseta y mi sudadera.

—Kaylee. Hay cosas que no se mencionan nunca, pero no porque sean malas, sino que se prefiere no mencionarlas para evitar dolorosos recuerdos o proteger a quienes amas —se mantuvo en silencio unos momentos—. Sí, tú eres la única hija de tu padre… viva.
— ¿Viva? ¿A qué te refieres?
—Escucha —soltó un suspiro cansado y pesaroso—. Cuando tú eras muy pequeña, había otra niña. Tenía solo cuatro años, hija de tu padre también. Pero hija de una humana igualmente. Muchos la buscaron pero solo para dañarla. Los caídos creían que matándola podrían pedir clemencia al cielo y obtener sus alas.
— ¿Por qué alguien daría clemencia a quien mató a un ser indefenso? —la idea sonaba ridícula.
—Porque, era hija de un ser diferente a los humanos y se consideraba herejía para un humano procrear con alguien como nosotros. Por lo tanto, el bebé era una abominación que debía ser destruida. Tu padre intentó proteger a la pequeña, pero no pudo hacerlo por mucho y uno de los oscuros terminó matándola.
— ¿Cuál era su nombre?
— ¿Qué?
— ¿Cuál era el nombre de la niña? —había una cierta dureza en mi voz.
—El nombre de la niña… bueno era —me miró como esperando que desistiera—. Su nombre era Aleyda. Kaylee ¿podríamos dejar esto de lado? No es un recuerdo agradable.


Asentí sin dejar de mirarla. Algo en ella, o mejor dicho, todo, me decía que las cosas estaban mal —el temblor en su voz, que aunque casi imperceptible, podía jurar que estaba mintiendo. El constante movimiento de sus pestañas y la forma en que apretaba el mandil, retorciéndolo entre sus dedos. Solo lo hacía cuando estaba muy nerviosa— esto no debía ser verdad, o por lo menos no una verdad completa. Si Sora no podía decirme la verdad, tendría que enfrentar a mi padre.

¡Hey! ¡Hola! Sé que tardé un poquito, pero no había tenido tiempo de escribir. Mi semana de exámenes me deja el cerebro seco y parezco zombie °Q° jeje. Bueno, pero ya estoy de vuelta con un nuevo capitulo, espero les guste y no aburra a nadie. Nos leemos la próxima y cuídense. Arrivederci