sábado, 1 de junio de 2013

Capitulo 4 Trueque de favores

—Escucha, Bill. Te lo diré una vez más, déjame tranquila.
—No estoy haciendo nada —se encogió de hombros.
—Este es uno de esos momentos cuando sientes que un lugar es demasiado pequeño para dos personas —bufé molesta.
—Creí que el inframundo era lo suficientemente grande para que todos estuvieran en él.
— ¿El inframundo?

Su mirada se oscureció más y después era cubierta por sus parpados mientras negaba con la cabeza.

—No, conoces el mundo en el que vives. Estás más perdida de lo que pensé…



Capitulo 4




«Perdida» esa palabra me causó un mareo y me resecó la boca, dejándome en ella una sensación pastosa y desagradable. El renegado me miró serio, pero su rostro parecía sereno, mientras el mío, por el contrario, estaba tenso. Necesitaba sentarme de nuevo, me dolía la cabeza, los mareos estaban cada vez más intensos, todo comenzaba a dar vueltas a mí alrededor. Por un momento parecía como si el silencio me hubiera envuelto completamente; tan solo unos cortos segundos, cuando sentí un soplido, mis oídos se destaparon y pronto un sinfín de gritos, gruñidos y risas espeluznantes comenzaron a ensordecerme.

Cubrí mis oídos con las manos, cerré los ojos, pero aquellos sonidos parecían estar dentro de mis oídos, de mi mente. Podía sentirlos retumbar dentro de mi cabeza, pero ahora no eran solo sonidos; siluetas parecían bailar frente a mis ojos aun cerrados, cuerpos brincando, girando y golpeándose entre sí. Pero aquellos cuerpos permanecían sin rostro, una sombra ocultaba quienes o que eran. Un dolor intensó comenzó a taladrarme desde adentro. Mis brazos y mis piernas comenzaban a tener un hormigueo mientras las sentía temblar y de pronto solo el sonido del viento silbando fuertemente en mis oídos, sentí un peso sobre el pecho y me sentí caer al vacío. La obscuridad invadió mi vista mientras un frío sofocante ahogaba mi garganta.




Sentí un calor diferente al que me rodeaba. Infra tierra, nunca había sido fría, no podía distinguirse una temperatura distinta a la que había siempre. Pero este era un calor distinto, que rodeaba mis brazos, pasando por encima de mis hombros, parecido a cuando era pequeña, y mi padre, me sostenía en brazos mientras me llevaba somnolienta a mi habitación.
Comencé a abrir los ojos pero solo podía ver figuras abstractas, borrosas. Parpadee varias veces para tratar de aclarar las formas frente a mí, intenté levantarme pero sentí un fuerte dolor detrás de la cabeza, lo que me hizo soltar un quejido.

—No te muevas. Te diste un buen golpe en la cabeza.

Aquella voz, sonaba distante, pero era imposible que pudiera estar tan lejos. La luz atravesaba el escudo de mis pestañas mientras mis parpados se movían rápidamente intentando proteger mis ojos del intruso resplandor. Poco a poco, las cosas comenzaron a tomar su forma. Lo primero que pudieron enfocar mis ojos fue el arco de piedra que estaba pegado a la entrada del mausoleo frente a mí, moví un poco la cabeza para intentar mirar a otro lado, pero una punzada de dolor me hizo retroceder de mi acción. Cerré fuerte los ojos y después los abrí, me encontré con un par de esferas negras fijas hacia abajo, en mí, un halo de luz se observaba detrás de su cabeza haciendo que la sombra cayera sobre su rostro. Mis ojos entrecerrados comenzaron a observar cada detalle, era cierto que aun quedaba aquel rastro del ángel que fue, la belleza impresa en su rostro pero que tenía un toque de rudeza y un poco escarpado.
Levanté mi brazo y deslicé mi pulgar en su barbilla, un ligero toque, y mi idea cambió descartando el último adjetivo, su rostro tenía un tacto suave. Sus labios se curvaron en una sonrisa.

—Creo que el golpe, fue más fuerte de lo que pensé—en ese momento bajé mi brazo sintiendo tenso el rostro.
—Te dije que me dejaras tranquila —bufé molesta mientras intentaba levantarme, pero era inútil, el dolor era muy fuerte.
—Si fuera tú, no intentaría moverme.
— ¿Qué demonios me hiciste?
— ¿Yo? Solo te ayudé. Pero ya veo que además de ser mal educada, quisquillosa y malhumorada también eres mal agradecida.
—Y ¿Por qué se supone que debería estar agradecida con un renegado?
—Bueno. Aun estás en mis brazos.

Su sonrisa se ensanchó y en ese momento sentí que el rubor comenzaba a tomar posesión de mi rostro. Ignorando el dolor, me levanté de un salto alejándome de él. Mis piernas se tambalearon pero logré mantener el equilibrio mientras me tomaba fuertemente la parte trasera de mi cuello, pero el dolor no era únicamente ahí, sino más arriba, en la nuca. Aun me sentía mareada y mi vista comenzaba a perder la figura verdadera de las cosas, suplantándola por formas borrosas, igual que si estuviera mirando a través de un cristal empañado.
Cuando mi cuerpo entero se tambaleó amenazando con caer, sentí nuevamente que me sostenía, pero esta vez únicamente me ayudaba a mantenerme de pie.

—Eres tan… tan… ni siquiera tengo una palabra para describirte en este momento.
—Pues yo tengo muchas para decirte ahora mismo. ¿Qué fue lo que pasó?
—Eso debes decirlo tú. Simplemente te desplomaste sobre el piso, golpeaste con la banca y quedaste inconsciente. Me quedé aquí para asegurarme de que estuvieras bien.

Me llevó de vuelta a la banquilla y me senté. Una vez que pude estabilizarme lo miré levantando la mirada en su dirección.

— ¿Por qué habrías de querer ayudarme? ¿Qué es lo que estás buscando obtener?
— ¿Obtener? —Pareció sorprendido por mi repentino cuestionamiento—. No sé qué es lo que está dentro de esa cabecita tuya, pero no estoy interesado en obtener algo de ti. Pero si me vendría bien un poco de tu ayuda.
—Acaso ¿eso no es obtener algo de mí? —Reí sin humor— ¿qué clase de ayuda?
—Tú llamaste a Samael “papá”
—Y tú llamaste Samael a mi padre.
—Kayla, ese es el nombre de tu padre. Es increíble que no lo sepas. Es tu padre.
—El nombre de mi padre es Sam, de Sam… —mi voz se apagó un momento—. Siempre pensé que era diminutivo de Samuel. Pero ¿Qué es lo que quieres de él?
—Él tiene a sus órdenes a  una considerable cantidad de caídos, pero también de oscuros y espectros. Tu padre es un ser muy poderoso, pero también muy tonto. Tan tonto como para proteger a un humano.
— ¿Por qué mi padre querría proteger a un humano?
—Eso es algo que no me corresponde decirte. Tú eres hija de las tinieblas. Tú y tu hermano nacieron en este lugar ¿cierto? Dime Kayla ¿dónde está tu madre?

Algo similar a una oleada violenta sacudió mi cabeza. — ¿Hija de las tinieblas? ¿Mi madre? ¿Por qué le interesaba todo esto?— Todo estaba fuera de lugar ¿por qué había venido?
Me tomó un momento poder ordenar mi mente. Encontrar una respuesta a todo, pero aun no la tenía. Las piezas estaban demasiado desordenadas para armarlas ahora.

—Mi madre murió cuando yo era pequeña.
— ¿La conociste? ¿Cómo era?
—No. Ella murió cuando yo era un bebé.
—Lo siento —dijo, pero su tono no parecía de sincero pésame —. Escucha. Lo que necesito que hagas por mí…
— ¿Se supone que ahora hago cosas por ti?
—Está bien —pareció exasperado—. Te lo voy a recompensar. Tómalo como un favor, un trueque de favores —se expresó mejor—.Necesito información, y tú eres la única que puede proporcionarla. Aunque por lo que me he dado cuenta, estás más perdida que un niño en el centro comercial.
—Sí, muy gracioso, William.
—De acuerdo, las bromas no van contigo, ya me di cuenta—se encogió de hombros—. Simplemente necesito que investigues sobre la “hija” de tu padre. Sobre esa criatura que escondió hace años.
— ¿El supuesto humano? —lo miré incrédula.
—Sí. Tan sencillo como eso.

Lo miré unos segundos. El mismo tiempo que tardaron los recuerdos de Zagiel en llegar a mi mente. La forma en que me había hablado. Sentí enojo y tristeza al mismo tiempo.

—Te equivocaste de chica. Ellos no me dirán nada.
—Las mentiras no van bien contigo.
—No miento —me erguí. Por alguna razón desconocida, el dolor estaba casi extinto de mi cuello, no podía sentirlo ahora como en un inicio—. Zagiel, se molestó mucho cuando le pregunté… sobre algo.
—Entonces tenemos un problema, princesa—rascó su nuca mientras paseaba delante de mí de un lado a otro —. Tienes que conseguir que te digan algo.
— ¿Y que se supone que obtendré yo de todo esto?
—Algún beneficio puedes obtener. Al menos ya te debería un favor. Que afortunada —me guiñó el ojo.

Me levanté completamente seria. No me agradaba él. No me agradaba que me pidiera interrogar a mi familia, — aunque lo haría de todas formas— que no me dijera los motivos por que lo hacía. Comencé a caminar pasando a un lado suyo sin siquiera mirarlo. Ahora debía regresar e intentar hablar con Sora, quizá ella me ayudaría con todo esto.

— ¿Qué haces?
—Me marchó ¿Es que no lo ves? —ni siquiera me molesté en mirarlo. Dos pasos más pero él ya estaba delante de mí.
— ¿Cerramos el trato? —me lanzó una sonrisa pícara que ignoré de inmediato, al mismo tiempo que levantaba el brazo y extendía la mano hacía mi.
—Ni siquiera lo sueñes. Yo no hago trato con los hijos del diablo.
—Es gracioso que lo digas —soltó una risa sin humor —. Puesto que tu eres hija de uno de sus demonios.

Mi cuerpo se congeló mientras la sangre se drenaba de mi rostro, mi corazón comenzó a sonar en mis oídos, lento y fuerte, igual que un tambor de marcha fúnebre. Las cosas parecían comenzar a perder sentido. ¿Por qué me afectaban tanto las palabras de este caído? Tenía que haber una explicación para el torrente de palabras y frases que me había dicho hoy. Para todas las cosas que parecían sorprenderme viniendo de él. No podía ver mi rostro, pero aseguraba a que estaba aun más blanco de lo habitual.
Sus ojos se obscurecieron mientras penetraban en mi mirada. Parecía sorprendido pero a la vez divertido, igual que cuando le dices una mentira a un niño y después, al mismo tiempo, le dices la verdad.

—Creo que tienes muchas preguntas que hacerle a tu querido padre —su voz era igual a un tono de burla y diversión—. Te debe muchas explicaciones. ¿En qué mundo creíste que vivías? Esto es realmente divertido.
—Cierra la boca. No le veo lo divertido.
—Quizá no para ti. Pero para mí, sí lo es. Nunca vi antes a nadie tan desorientado y tan ciego, como tú.

No tenía ni la más mínima intensión de seguirlo escuchando. Mientras más lo hacía, más preguntas se formaban dentro de mi cabeza, más dudas aparecían ante mí y más fuera de lugar me sentía. De pronto, comenzaría a perder la sensación de seguridad, sobre mi hogar, mi familia e incluso sobre mí.

Me hice a un lado y comencé a caminar alejándome del renegado. Aunque no podía verlo, sabía que sonreía. Había conseguido lo que quería, sembrar una considerable cantidad de dudas en mí, todo lo que tenía que hacer, era preguntar y obtener las respuestas. Después. Él vendría a buscarlas, tan simple como eso y a la vez tan complicado como lograr que me dijeran algo.

Mientras caminaba, pensaba en mi hermano, la forma en cómo se había alterado, el horror en su rostro cuando le hice esa simple pregunta, pero ¿por qué? ¿Por qué había reaccionado de esa forma? Me han estado ocultando muchas cosas, cosas que parecía que podría tolerar, pero ahora… ahora no estaba tan segura. Con todas las incógnitas volando a mi alrededor, aparecían otras más ¿tenía relación todo esto con el motivo por el cual no me dejaban atravesar el portón? ¿Por eso no me permitían ir arriba? Toda mi vida la había pasado en este lugar, siempre con los mismos rostros, el mismo paisaje, las mismas rutinas. Siempre alejada de todo lo que no fuera conocido. Encerrada en una caja de cristal. Una jaula, como había dicho Araqiel.

Mis tenis pateaban el granito obscuro, mis pasos eran pesados, como si no quisiera llegar a casa. Y realmente no lo quería. Sabía que me encontraría con mi hermano, con mi padre, ahora serían un par de miradas desaprobatorias en mi dirección. Acusadoras y atemorizantes. Mi única oportunidad, era entrar sin que nadie me notara, igual que como salí. Desde ayer en la tarde no vi a nadie, simplemente quería estar sola, y al amanecer salí de casa como si fuera una ladrona, a escondidas y sigilosamente. Pero a esta hora del día… realmente no sabía qué hora era, todo parecía igual —como siempre— no podría decir que hora del día era. Pero posiblemente mi padre estaría en casa.


Miraba hacia arriba, realmente era una buena altura, pero era una fortuna que mi ventana diera a la parte trasera de la casa. Había una enredadera adherida a una vieja escalera, que prácticamente se mantenía en una pieza gracias a la planta, que por obra de un milagro había podido echar raíz en ese lugar. Nunca antes había trepado, pero no podría ser tan complicado, posiblemente si era cuidadosa en los lugares donde ponía mis manos y pies subiría sin ningún problema.

Mis manos tomaron ambos extremos de la escalera. Esta era áspera y las pequeñas astillas rasguñaban mi piel dejándome tenues marcas blanquecinas. Uno a uno subí por los estrechos maderos atravesados en forma horizontal en la escalera. Estos rechinaban amenazando con partirse por la mitad y dejarme caer. Y no tardó mucho en ocurrir, uno de los maderos se partió desproporcionalmente por la parte izquierda, mi pie cayó haciendo que mi cuerpo perdiera el equilibrio y mis manos resbalaron por los bordes de la escalera. Sentí las astillas de la madera penetrar mi piel bajo las palmas de mis manos, pero logré aferrarme fuerte y no caer.

Antes de que averiguar si alguien había escuchado me apresuré a subir. Tenía la mala costumbre de dejar el pestillo de la ventana abierto pero ahora eso me alegraba. Solo la empuje y estas se abrieron igual que un libro. Entré rápidamente y cerré asegurando, esta vez, las ventanas. De mi boca salió una cantidad de aire que había retenido mientras subía. Como esperando que no pudieran escucharme respirar. Me dejé caer sobre la cama y el morral golpeó el piso. Pasé la correa por encima de mi cabeza y lo colgué del tubo de mi cama. Unos golpes me hicieron dar un pequeño salto y una voz dulce se escuchó del otro lado de la puerta.

—Kaylee. Kaylee, cariño ¿estás ahí? —la voz de Sora atravesaba la madera blanca de la puerta.
—Sora. Sí estoy aquí. Pero no quiero hablar con nadie—me abracé a mí misma.
—Kaylee, no puedes permanecer ahí encerrada. No has comido nada desde ayer que llegaste. No has comido nada en toda la mañana. Son las cinco de la tarde, esto va a hacerte mucho mal si sigues así — ¿las cinco de la tarde? ¿Tanto tiempo había estado fuera? ¿Tanto había permanecido inconsciente? Entonces lo recordé. Sora era, posiblemente, la única que respondería mis preguntas.
—Está bien, puedes entrar.

Retiré la pequeña tranca de la puerta y la abrí. Ahí estaba Sora, con esa dulce sonrisa y esa mirada que siempre me decían que todo iba a estar bien. El delantal cubriendo su cintura por debajo de su corsé de armadura dorada. El cabello plateado recogido en una trenza que había hecho un nudo detrás de la cabeza. En sus manos traía una amplia charola blanca con sus deliciosas meriendas. El olor llegó hasta mi rostro y mi estomago comenzó a hacer ruidos fuertes de reproche. Entró a mi habitación y cerré la puerta.

—Kaylee, estaba preocupada por ti. Ayer no bajaste a cenar y hoy no has salido en todo el día.
—Estoy bien, Sora. Solo necesitaba estar sola —tomé un panecillo y le di un gran y desesperado mordisco.
—Zagiel, me dijo que te habló mal. Incluso dijo que te lastimó.
—Bueno él… no lo hizo en realidad.
— ¿Por qué lo hizo?
—Porque posiblemente pregunté algo que no debía —suspiré recordando el rostro de Zagiel.
— ¿Qué fue?
—Algo que escuché de un renegado. Sora, ahora estoy muy confundida —ella me miró con esas esferas azules—. La verdad… es que salí desde temprano, solo que nadie lo notó. Me encontré con un caído y me dijo algunas cosas que… bueno…que me dejaron pensando.
—No creas nada que esos mentirosos te digan.
—Sora. Le pregunté a Zagiel sobre la “mascota humana” de papá. Lo escuché de un renegado, un renegado que le preguntaba a mi padre sobre eso. Mi padre le respondió que no era su mascota y entonces el caído la llamó rata, mi padre se molestó y le gritó que no llamara así a su hija. Yo soy su única hija ¿estaban hablando de mi?

La sonrisa del rostro de Sora se había evaporado igual que el rocío con los rayos del sol. Ahora se mostraba una expresión seria y sombría, parecía que era como una máscara que podía quitar y encontrar las respuestas tras ella. Sora se limitó a mirarme, pero ahora inexpresiva, se acercó a mí y me abrazó fuertemente mientras sentía su fría camiseta metálica chocar contra la abertura de mi camiseta y mi sudadera.

—Kaylee. Hay cosas que no se mencionan nunca, pero no porque sean malas, sino que se prefiere no mencionarlas para evitar dolorosos recuerdos o proteger a quienes amas —se mantuvo en silencio unos momentos—. Sí, tú eres la única hija de tu padre… viva.
— ¿Viva? ¿A qué te refieres?
—Escucha —soltó un suspiro cansado y pesaroso—. Cuando tú eras muy pequeña, había otra niña. Tenía solo cuatro años, hija de tu padre también. Pero hija de una humana igualmente. Muchos la buscaron pero solo para dañarla. Los caídos creían que matándola podrían pedir clemencia al cielo y obtener sus alas.
— ¿Por qué alguien daría clemencia a quien mató a un ser indefenso? —la idea sonaba ridícula.
—Porque, era hija de un ser diferente a los humanos y se consideraba herejía para un humano procrear con alguien como nosotros. Por lo tanto, el bebé era una abominación que debía ser destruida. Tu padre intentó proteger a la pequeña, pero no pudo hacerlo por mucho y uno de los oscuros terminó matándola.
— ¿Cuál era su nombre?
— ¿Qué?
— ¿Cuál era el nombre de la niña? —había una cierta dureza en mi voz.
—El nombre de la niña… bueno era —me miró como esperando que desistiera—. Su nombre era Aleyda. Kaylee ¿podríamos dejar esto de lado? No es un recuerdo agradable.


Asentí sin dejar de mirarla. Algo en ella, o mejor dicho, todo, me decía que las cosas estaban mal —el temblor en su voz, que aunque casi imperceptible, podía jurar que estaba mintiendo. El constante movimiento de sus pestañas y la forma en que apretaba el mandil, retorciéndolo entre sus dedos. Solo lo hacía cuando estaba muy nerviosa— esto no debía ser verdad, o por lo menos no una verdad completa. Si Sora no podía decirme la verdad, tendría que enfrentar a mi padre.

¡Hey! ¡Hola! Sé que tardé un poquito, pero no había tenido tiempo de escribir. Mi semana de exámenes me deja el cerebro seco y parezco zombie °Q° jeje. Bueno, pero ya estoy de vuelta con un nuevo capitulo, espero les guste y no aburra a nadie. Nos leemos la próxima y cuídense. Arrivederci  

7 comentarios:

  1. Ya están saliendo las cosas a la Luz... Ese Bill soltó todo...
    Me está encantado...
    Ya amo tu novela... Me encanta este tipo de temas... Y escribes muy bien :D
    espero suba pronto...
    Muero por otro capítulo...
    Cuídate y un abrazo :D

    ResponderEliminar
  2. Hola si k re tardastes jajaj pero valio la pena
    Y ahora de veras tendra que hablar con su padre i su hermano re lo contrario no podra obtener toda la verdad .. .pero y si ellos deciden callar también jmmmmm hay esta el problema


    Sigue asi sip esta muy buena ka fick ^ ^


    ResponderEliminar
  3. Dios!! esta genial
    me fascina la manera en que escribes en serio :D
    woow! muero por leer mas
    sube en cuento puedas y que te vaya bien en tus exámenes
    cuídate bye

    ResponderEliminar
  4. OMG me quedo sin palabras me encanta la manera que escribes en serio me facina
    awwww espero que subas la preoxima y exito en tus examenes cuedate mucho
    bye
    a y antes que se me olvide escribo una fic se llama
    http://matzuylizbethkaulitz.blogspot.com/ espero que te guste se titula Dejame estar junto a tii bueno si no te gusta comprendere
    bueno me despido chao :D

    ResponderEliminar
  5. Me encanto y te entiendo estuvo muy bueno espero el siguiente cuidate un beso

    ResponderEliminar
  6. Jeje de hecho ha muchos nos haz dejado esperando este capitulo pero muy bueno en verdad cada día me sorprendes mas heee vas muy bien y seguro que en tus exámenes te ira de maravilla ya lo veras puro 10, bueno espero con emoción el siguiente capitulo no tardes ok

    ResponderEliminar
  7. escribes muy bien y tengo una pregunta me puedes decir donde puedo comprar ese dije de luna azul que esta aqui en tu novela por favor muchas gracias si me respondes

    ResponderEliminar