martes, 21 de mayo de 2013

Capitulo 3 Verdades a medias

En dos semanas cumpliría 19 años, precisamente en un día en el cual la noche sería con luna llena, según las cartas astrológicas que tenía Astaroth. Él era uno de los amigos de mi padre, un oscuro que era mano derecha de Azrael, la diferencia entre Astaroth y los otros oscuros, era que él, había perdido la capacidad de volar, sus alas no le servían para hacer esa acción. No sabía que había de malo en ellas, y no quería incomodarlo con esa pregunta.

Estaba demasiado nerviosa, pensativa y distraída. Tan solo sentí una sacudida y un fuerte agarre. Me voltee con toda la fuerza que pude emplear en ese momento y dejé impactar mi puño cerrado contra algo duro, un grito furioso me hizo abrir los ojos tan grandes que parecían platos…



Capitulo 3



Aun con el antebrazo presionado con fuerza había dejado de luchar. Aquellos ojos obscuros llameaban enfurecidos mientras una dura expresión formaba una línea recta en sus labios. Me sacudí nuevamente pero solo logré que apretara más el agarre provocándome dolor.


—Este no es precisamente el trato que debe darse a las personas —su voz era grave y molesta.
—Tú no eres una persona. Además ¿Quién te da derecho de sorprenderme de esa forma? —repliqué con igual molestia.
—Vaya —sonrió —al parecer la niña tiene su carácter —un tono que delataba menosprecio acompañó su sonrisa.
—Los renegados suelen ser tan imbéciles. ¡Suéltame! —le ordené.
—No. Si lo hago entonces correrás.
—Te lo advierto —apreté más mi puño tensando mi brazo entero mientras la mochila resbalaba por él.
— ¿Oh qué?


Lo miré retadora, mientras mis labios se apretaban en una dura línea y mis nudillos se volvían blancos al resentir la fuerza ejercida en mi puño. Él aflojó su agarre, su mirada nunca perdiendo la mía, ni un solo pestañeo o temblor de sus pupilas. Mis ojos vacilaron por un momento dando una rápida mirada a mí alrededor, pronto localizaron a uno de los oscuros, pero no serviría de mucho. ¿Por qué se molestarían en ayudarme?

Sentí el agarre aflojarse en mi muñeca y mi brazo cedió ante el peso de la mochila, cayendo a mi costado y mis cosas al suelo. Había olvidado cerrar la cremallera y mis cuadernos cayeron fuera de su sitio. Rápidamente comencé a recogerlos, pero cuando quise tomar el cuaderno negro este se encontraba en posesión del renegado.


—Interesante composición ¿la escribiste tú?
—Eso no te interesa, devuélvelo.
—Esto, describe la caída del cielo. No de los caídos que conoces comúnmente, sino de un arcángel que cae directo a su muerte —nunca había pensado en interpretarlo de esa manera, pero justo ahora no tenía tiempo de analizarlo. — ¿De dónde lo sacaste?
—Eres el menos indicado para darte explicaciones, ahora, devuélvelo —extendí la mano en su dirección.
—Eres una chica muy quisquillosa ¿sabes? —Fruncí los labios en una mueca de molestia — ¿Cuál es tu nombre?
—Eso no te importa— intenté arrebatarle el cuaderno pero lo levantó sobre su cabeza, sin duda era mucho más alto que yo, en un mal cálculo diría que media cerca de los 1.90 metros.
—Y no eres muy educada. Dime ¿Qué tipo de inquilina eres?


Esa pregunta me dejó poco tiempo para pensar en algo. ¿Qué podría decirle? Él era un caído pero yo, ¿yo que era? Quizás podría decirle que era una bruja, tal vez me creería eso. Mi boca se abrió pero volvió a cerrarse en cuanto vi un rostro familiar a unos cinco metros de distancia, una oleada de alivio me invadió y entonces levanté un brazo, y llenando mis pulmones con todo el aire que pude, grité fuertemente:


— ¡TERIOS!


El renegado se llevó las manos a los oídos, aun con mi cuaderno en una, y los cubrió ligeramente mientras hacía una mueca que expresaba un ligero dolor. El minotauro volteo y al verme agitar el brazo tan enérgicamente corrió de inmediato hacia nosotros, sin embargo alguien fue más rápido y llegó antes que Terios.


—Avísame la próxima que hagas eso—se quejó el caído.


Sintió un tirón en su mano y vio a Zagiel llevarse el cuaderno a la altura del pecho. Su mirada era iracunda. Estaba completamente erguido y miraba al caído directamente a los ojos, ambos tenían la misma estatura. Los azules ojos de mi hermano se veían encendidos y amenazantes. Paso a un lado del renegado golpeándolo con el hombro y se paró junto a mí.


— ¿Estás bien? —me miró y sus ojos se suavizaron.
—Sí, no te preocupes —Zag tomó la mochila de mis manos y metió el cuaderno negro en ella, tiró de la cremallera cerrándola y colgó la mochila a su hombro.
— ¡Zagiel! —La voz de Terios le hizo voltear — ¿Está todo bien? —me miró preocupado.
— ¿Tu lo llamaste? —Zagiel me miró y después devolvió la mirada a Terios.
—Si a llamar te refieres a gritarle amenazando con romper mis tímpanos, sí, lo llamó —intervino el caído.
— ¿Aun sigues aquí? —la voz de mi hermano sonó como una advertencia.
—La chica y yo estábamos teniendo una agradable conversación.
—Más bien, parecía que estabas acosándola —Terios miró al renegado, de la misma forma en que lo hacía Zagiel.
— ¿Podemos irnos ya? —tomé el brazo de Zag esperando poder marcharnos cuanto antes.
—Podemos terminar esta conversación después, linda—el pelinegro me lanzó una sonrisa que no correspondí.
—Aquí se termina la conversación. —Se apresuró a responder Zagiel lanzándole una gélida mirada. —es hora de irnos Kayla.


Me pasó el brazo por encima de los hombros en una señal protectora, pero al mismo tiempo me hacía caminar. Nos alejamos del caído con la compañía de Terios. Podía sentir los tensados músculos del brazo de mi hermano, lo miré de soslayo y su mandíbula estaba rígida, frunciendo los labios en esa dura línea que mostraba solo cuando estaba muy molesto o preocupado, o en ocasiones, cuando asumía el papel de hermano celoso y sobreprotector. Pero no le había agradecido nunca ese papel hasta ahora.


La puerta se cerró de un golpe sordo y mi mochila cayó sobre el piso. Terios se había quedado cerca de una mina que había al norte de infra tierra, no sabía porque habíamos caminado tanto, rodeando tanto el camino estrecho y directo a casa. Suspiré aliviada de poder estar en casa e inhale ese delicioso aroma proveniente de la cocina. Mi hermano se dejó caer sobre el sofá con las piernas extendidas, dejando ver lo larguirucho que era. Sus brazos completamente extendidos también sobre los brazos del sillón individual. Me limité a recargarme de la pared sobre mi hombro y con mi mano contraria comenzar a acariciar mi brazo nerviosamente mientras esperaba el regaño de Zagiel.
Mi hermano me miró y resopló, pasó su mano frotando su rostro con un poco de exasperación y cansancio.


—Kaylee — su voz era suave y no ruda como esperaba — ¿Qué hacías con ese tipo?
—Zag, lo único que hacía, era queriéndome librar de él.
— ¿Por qué estaba contigo?
—Fue…él…—busqué las palabras adecuadas para evitar que se exaltara —él me detuvo cuando venía camino a casa.
— ¿Por qué venías sola?
—Mariketa se fue, Zohar me dijo que tenía cosas que hacer y en realidad, quería llegar a casa pronto— me encogí de hombros y entonces aquellas palabras regresaron a mi mente.
—Lo sé, nena. Pero…
—Zagiel, ¿Quién es la mascota humana de papá? —le interrumpí con mi pregunta, sus ojos se fijaron en mi, su rostro palideció mientras ese azul intenso mostraba horror, como si le hubiera abofeteado o peor aún, amenazado con una daga.
—Kayla —su voz sonó temblorosa — ¿De dónde sacaste eso?


Miré hacia el piso y comencé a jugar mis manos, retorciendo mis dedos de la mano derecha entre mi mano izquierda. Mordí mi labio inferior completo mientras sentía que temblaba.


—Bueno…yo…lo escuché cuando…cuando estaba llegando al despacho de papá, escuché que el renegado le decía sobre su mascota humana, que la había escondido muy bien y…
— ¡¿Qué más escuchaste?! —su voz se elevó. Se levantó de un salto del sofá y me alcanzó enterrándome los dedos en los brazos por debajo del hombro. —Kayla ¡¿Qué más escuchaste?! —Me zarandeó con fuerza.
—Yo…yo…—mi voz se ahogaba. Sentía un sabor a sal que quemaba mi garganta y supe que por alguna extraña razón me dieron ganas de llorar.


La mirada de mi hermano era intimidante y desconcertante. Parecía realmente enfadado pero al mismo tiempo preocupado y consternado. Pero aun así sus ojos llameaban, aun más que cuando miraba al renegado. ¿Tan malo era lo que había escuchado? Zagiel jamás me había levantado la voz, por más molesto que estuviera, nunca me había gritado, nunca me había mirado de esa forma, ni me había, siquiera, dado un pellizco. La forma en la que me trataba ahora, sentir sus dedos hundirse en mis brazos, aquella fuerza que me provocaba un dolor igual al que me provocaba su mirada.

Finalmente solté un sollozo y mis brazos se liberaron de su agarre, me miró con las pupilas temblorosas al igual que las manos.


—No —dije en un hilo de voz—no escuché nada más —giré la mirada para evitar verlo.
—Kaylee…lo…lo siento…yo…yo no quería hacerte daño —su voz temblaba.


Evité mirarlo, tomé mi mochila y la colgué a mi hombro. Caminé cabizbaja hasta el borde de la escalera. Mi flequillo era de gran ayuda ahora, cubría mi rostro y evitaba que Zagiel pudiera ver mis ojos ahora, el borde rojizo que delataba que estaba a punto de romper en llanto. Subí el primer peldaño y vacilé para el segundo, quería voltear e ir hacia mi hermano, pero me sentí demasiado herida. Terminé de subir todos los escalones hasta llegar arriba, caminé por el pasillo y antes de cerrar la puerta de mi habitación escuché la voz de Sora.


— ¡¿Qué demonios le has hecho a Kaylee?!


Cerré la puerta y me tiré en la cama. Mi mochila soltó un ruido cuando cayó al piso, voltee y la tomé para después deslizar la cremallera y sacar mi cuaderno negro. Tomé una lapicera y comencé a escribir mientras las lágrimas deshacían ese nudo que mantenía presa mi garganta.


“Si mi vida pendiera de un hilo, reventaría en el momento en que se tensara un instante. Sin tener respuestas a una duda que cuelga al final de la delgada línea que separa mi vida. Internando lo desconocido y volviéndolo una tortura que martilla fuertemente lo que debe ser cincelado delicadamente…”


Levanté la lapicera y arranqué la hoja y la hice una bola lanzándola a un rincón, me acomodé nuevamente y comencé a escribir otra vez.


“Una duda igual que una pena, igual que la chispa que aviva el fuego que consume todo a su paso. Que convierte lo conocido en desconocido, y que transforma lo desconocido en la constante tortura de un alma, que lastimera…”


Otra vez, otra hoja más enviada al rincón. Mi cabeza estaba muy abrumada para poder concentrar mis ideas, simplemente me recosté y abracé el cuaderno, cerré mis ojos pero entonces vi los de Zagiel, gélidos y duros. Después de eso, las palabras del renegado golpeaban mis oídos, como si las estuviera gritando a mi lado. Mi boca se resecó, lamí mis labios remojándolos un poco y después, como si algo me hubiera golpeado, una ola negra me envolvió, haciéndome dejar de escuchar, y perder la noción de todo a mi alrededor.



Cuando abrí los ojos, mis parpados aun pesaban, mi boca tenía un ligero sabor a hierro y mi boca se abrió y volvió a cerrarse en un bostezo. Estiré los brazos y me levanté con pasos torpes dirigiéndome al cuarto de baño. Apoyé los brazos sobre los extremos del lavamanos apoyando mi peso sobre la blanca y fría porcelana. Me miré al espejo y vi las marcas secas de donde habían quedado mis lágrimas. El maquillaje no era lo mío. A veces usaba simplemente delineador negro. Y debía agradecer a eso que mi cara no estuviera manchada por el maquillaje, que no había usado antes.

Eché agua en mi rostro y después de secarla recogí mi cabello en un moño mal hecho. Salí del baño y miré el reloj, este marcaba las 8 pero eran las 8 a.m. ¿realmente había dormido tanto? Un día nuevo había comenzado. Tenía que ir a las clases, aunque no me sentía de ánimo para hacer nada. Pero tampoco quería quedarme en casa, no quería ver a Zagiel o a mi padre. No quería ver a nadie en estos momentos, no al menos, hasta que pudiera poner en orden mi cabeza y estar bien conmigo.



El aire estaba más violento que de costumbre, no sabía la razón. Infra tierra no era un lugar por el cual el viento pudiera viajar como lo hacía. Mi cabello me azotaba el rostro, lo sujeté con las manos y me coloqué la capucha de la chaqueta negra de lana. Mi cabello aun estaba húmedo por la ducha. Caminé sin contar el tiempo o medir la distancia, sin darme cuenta de a dónde iba. Un morral negro y desgastado colgaba por debajo de mi muslo derecho, ahí llevaba mi cuaderno de esquinas plata.

Finalmente levanté la mirada, me vi rodeada únicamente de lo que parecían árboles que estaban muriendo, a pocos metros delante de mí había, lo que parecía una especie de arco de mausoleo. La niebla se arrastraba a escasos centímetros por encima del suelo, el césped tenía un color ocre y resonaba cuando mis choclos azul marino caían sobre él. Había un banco pequeño hecho de concreto, perfecto para dos personas. Me senté ahí y mi morral quedó contra el suelo, solté un suspiro cansado.


—No creí que te gustara frecuentar lugares tan lúgubres como este —voltee sobresaltada y vi al renegado recargado de un árbol seco, con las manos en los bolsillos y una delgada y corta varilla de paja en la boca agarrada por los dientes.
—Por lo que veo, no soy la única—en este momento no tenía animo ni de pelear — ¿Qué es lo que quieres?
— ¿Siempre estás enojada, o solo pasa conmigo?
—Resulta una increíble coincidencia que apareces en los peores momentos —miré al piso.
—Bueno… —el árbol crujió cuando el renegado apartó su peso, y lo vi por el rabillo del ojo mientras se acercaba. —resulta otra increíble coincidencia que estés en los mismos lugares que frecuento.


Sentí su cuerpo cerca del mío cuando se sentó a mi lado. No me interesaba mirarlo, pero podía sentir la mirada de él sobre mí. Tenía la boca seca y un nudo en el centro de mi pecho. Sentí su mano rodear mi brazo por debajo de mis hombros, pero esta vez con suavidad y delicadeza. Mis ojos atravesaron su mirada cuando él dijo mi nombre «Kayla», escuché, y la rabia entera comenzó a recorrer mi cuerpo descontroladamente. Sentía mis pupilas temblorosas al igual que mi labio inferior. Me levanté con los puños cerrados pegados a mis costados.


— ¡Tu! ¡Tú tienes la culpa! —le grité.
— ¿La culpa? ¿De qué? —se levantó para quedar a mi altura.


Estaba por dar mi próximo grito hacia él, pero me detuve ¿Qué se supone que debía decirle? ¿De qué debía culparlo? Aun no estaba segura de lo que eran las cosas realmente, y si él… ¿y si él quería hacernos daño a mí y a mi familia?
Sus ojos negros me miraban esperando respuesta, finalmente mis labios se abrieron.


—Si no me hubieras detenido ayer, Zagiel no se hubiera molestado conmigo.
— ¿Tu novio?
—Es mi hermano. Imbécil.
—No es una forma agradable de dirigirte a tu hermano, si lo llamas imbécil posiblemente se moleste más —soltó una risa molesta.
—Tú eres el imbécil. Pero claro ¿Qué se podría esperar de un renegado? —solté una risa sin humor.
—En primera, princesita. Mi nombre es William. En segunda, yo no tengo la culpa de tu mal humor.
—Solo apártate de mi camino, no te cruces más en él, Wi-lliam —dos silabas dichas con sequedad fue el final de mi oración.
—Al parecer mi nombre te causa conflicto —sonrió — te será más sencillo si me llamas Bill.
— ¿Bill? ¿Qué tipo de nombre es ese? —me burlé de él intentando molestarlo, pero él solo sonrió de nuevo.
—Eres la menos indicada para criticar un nombre, Kayla. Sin embargo, te responderé.
—Fue una pregunta retorica.
—Lo sé — sus dientes se mostraron detrás de sus labios en una amplia sonrisa. —Es simple, Bill es el diminutivo de William. Las formalidades se aplican solo en situaciones adecuadas, no necesitas ser tan formal conmigo enredándote la lengua con mi nombre completo.
—Escucha, Bill. Te lo diré una vez más, déjame tranquila.
—No estoy haciendo nada —se encogió de hombros.
—Este es uno de esos momentos cuando sientes que un lugar es demasiado pequeño para dos personas —bufé molesta.
—Creí que el inframundo era lo suficientemente grande para que todos estuvieran en él.
— ¿El inframundo?


Su mirada se oscureció más y después era cubierta por sus parpados mientras negaba con la cabeza.


—No, conoces el mundo en el que vives. Estás más perdida de lo que pensé…

7 comentarios:

  1. :OOO ¿Bill? ¿EN SERIO BILL? *o* ¡Oh, esto se pone interesante! *o* Se va poniendo bueno el asunto: ya quiero que subas el siguiente! XD

    Nos vemos! :B

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  2. Me encanto el capitulo esta genial eres muy buena en verdad y la historia esta genial jeje muero e ganas por saber que quiere William de Kayla

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  3. ahhhh me dejaste con mas dudas espero que subas pronto un beso

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  4. oh! que genial :D
    esta buenísima la historia de verdad
    espero con muchas ansias leer lo proximo
    cuidate mucho nena bye :D

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  5. awwwww esta buenísima
    me encanta espero la proxima
    sube muy pronto
    cuidate mucho chao ^^

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  6. me encantaa *_*
    siguee está muuy buena
    espero el prox bye cte:)

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  7. Ahhhhhh Bill es un renegado ahhhhh!!!! Me encanto al fin aparecio Bill siii!!!!

    Pero a ver como es eso de verdades a medias bueno entiendo eso de la situación de Kayla pero eso de k no sabia k estaba en el inframundo!! Jmmm bueno pudo ser xk decia k sooo veia la misma gente todo el tiempo nada cambiaba
    Me intrigas sigue subiendo mas!! X)

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