viernes, 14 de junio de 2013

Capitulo 5 Mala mentirosa

— ¿Cuál era su nombre?
— ¿Qué?
— ¿Cuál era el nombre de la niña? —había una cierta dureza en mi voz.
—El nombre de la niña… bueno era —me miró como esperando que desistiera—. Su nombre era Aleyda. Kaylee ¿podríamos dejar esto de lado? No es un recuerdo agradable.


Asentí sin dejar de mirarla. Algo en ella, o mejor dicho, todo, me decía que las cosas estaban mal —el temblor en su voz, que aunque casi imperceptible, podía jurar que estaba mintiendo. El constante movimiento de sus pestañas y la forma en que apretaba el mandil, retorciéndolo entre sus dedos. Solo lo hacía cuando estaba muy nerviosa— esto no debía ser verdad, o por lo menos no una verdad completa. Si Sora no podía decirme la verdad, tendría que enfrentar a mi padre.




Capitulo 5




Era la novena vez que estaba en esta misma posición. Mi cabeza colgando del filo de la cama mientras mi cabello se desparramaba por el piso. Sora se había marchado hacía media hora. Levanté los brazos una vez más y después los dejé caer sobre mi estomago. Resoplé con fuerza y me incorporé lentamente. Me dirigí a la puerta y antes de abrirla respiré hondo. Antes de que pudiera girar la perilla, esta se movió y al mismo tiempo que daba un salto atrás la puerta se habría.

Mi padre se encontraba en el umbral de la puerta junto a Zagiel. Ambos me miraban, pero la mirada de mi padre parecía angustiada.


—Kaylee —su voz era un tono quedo y cauteloso—.Cariño, estoy preocupado por ti ¿Qué es lo que te pasa? No has salido de tu habitación desde ayer.
—No tenía demasiados ánimos —me encogí de hombros.
—Kaylee, he hablado con Zagiel. Y me ha dicho lo que le preguntaste.
—Lamento haber escuchado tu conversación.
—No fue tu culpa. Estábamos hablando demasiado alto —pasó el umbral de la puerta y entró completamente a mi habitación—. Mereces respuestas, pero tu hermano no es el indicado para dártelas.


Por un momento sentí el corazón detenerse, un segundo después, escuchaba retumbando los golpes en mis oídos. No tenía premeditado que las cosas fueran a ser de este modo, que mi padre viniera por voluntad propia a contarme que es lo que estaba sucediendo en realidad, que no se molestara porque había escuchado la conversación, que en lugar de un ceño fruncido, encontrara una mirada cansada, angustiada e incluso que demostraba temor.

Pero justo ahora, en este momento, al ver la expresión en el rostro de mi padre, no estaba tan segura de si quería escuchar todo lo que había estado dando vueltas dentro de mi cabeza durante todo el día. En ese momento vino a mi mente su rostro «William» él había sido quien comenzó con todo esto, no conforme con lo que había sucedido en el despacho, él había ido a buscarme, había presentado interrogantes que comenzaban a taladrar mi mente. Ese renegado. Su recuerdo me trajo una oleada de miedo, ¿y si realmente quería hacernos daño? No podía permitirle hacerle daño a mi familia.

Sin darme cuenta había comenzado a jugar con mis manos, entrelazando los dedos y retorciéndolos, un acto que hacía solo cuando me encontraba tan nerviosa que mis manos comenzaban a temblar, el juego que empleaba en ellas era para desviar la atención y que no se diera a notar el temblor. Miré a mi padre y detrás de él a mi hermano, el pecho de Zagiel ascendía y descendía lenta y violentamente como si lo estuvieran golpeando, pero conocía demasiado bien a mi hermano como para saber que eso sucedía cuando retenía el aire lo suficiente para evitar que su pecho hiciera un movimiento rápido de sube y baja delatando lo nervioso que se encontraba.

Abrí la boca, pero no dije nada, las palabras se atoraban en mi garganta. Apenas un hilillo de voz se deslizaba por mi garganta, raspándola y provocando un dolor —que más que otra cosa, era psicológico— cuando las palabras querían salir. Noté que mi labio inferior temblaba y lo mordí intentando que el temblor cesara completamente. Sabía que el renegado volvería por respuestas, quizá podría decirle lo que Sora me había dicho, pero haría más preguntas y yo…yo tendría que responder.

La experiencia que tenía mintiendo era absurda, jamás había sido una buena mentirosa. Incluso en lo más sencillo siempre había sido descubierta. Así que cuando se trataba de mentir —o en mi caso, esconder una verdad— era mejor quedarme callada, evadir el tema o pedir ayuda a Mariketa —como lo había hecho con Araqiel— y tratar de zafarme de cualquier manera posible que no fuera hablando.


—Kaylee. No sé qué es lo que deseas escuchar primero, así que…así que puedes comenzar por preguntar cualquier cosa —escuché un pequeño temblor en la voz de mi padre y el corazón se me encogió tanto que sentí que dolía, jamás lo había visto tan preocupado.
—Papá—mi voz sonó apenas en un susurro, igual que si fuera una niña pequeña—. No…no tengo ninguna pregunta —sus ojos se abrieron fijándose en mi, tenía que hacer algo para mezclar verdad.
—Pero, Kaylee…creí…creí que tú…
—Estoy bien. De verdad. Lamento si te preocupé, es solo…solo fue un momento de curiosidad. Sora me ha dicho ya… me ha dicho un poco, y es suficiente.
— ¿Estás segura? No has querido salir desde ayer.
—Sí. Es solo que me sentía…—ahí estaba nuevamente, la hora de mentir, debía reemplazar una mentira con una verdad—. Herida —dije finalmente—. La forma en que… en que Zagiel reaccionó conmigo, yo…— miré a mi hermano, sabía que no era justo para él, pero no mentía en lo que decía. Además, si decía mentiras sería descubierta.
—Kaylee —la voz de mi hermano me hizo mirarlo—. Lo lamento. Realmente lo siento, no debí tratarte de esa manera, no sabes cuánto me detesto por eso.
—No lo hagas. Estoy bien, realmente no debo meterme en asuntos que no son míos —ahí mi voz cambió, comenzaba a mentir—. Tienes tus razones, cada uno las tiene. Simplemente estoy cansada y tengo hambre. ¿Podríamos bajar a cenar?


De repente, el rostro, tanto de mi padre como de mi hermano, se mostraron aliviados, sus músculos se relajaron e incluso los hombros de Zag bajaron. Mi padre sonrió mostrando unas pequeñas arruguillas en las comisuras de su boca, se acercó a mí y me abrazó, un abrazo cálido y cariñoso, como cuando era niña.


—Posiblemente, Sora, ya tiene lista la cena.


Le sonreí a mi padre y por un momento los golpes en mis oídos cesaron. Mi hermano me pasó el brazo por encima del hombro en un abrazo corto mientras me conducía hacia las escaleras y bajábamos a la primera planta. El olor a la merienda que Sora preparaba —o posiblemente ya había preparado— llegaba hasta mi nariz, ya había comido hacía más de media hora, pero por alguna razón quería un poco más. Quizá el alivio que había sentido en ese momento al ver la preocupación abandonar a mi padre me había abierto de nuevo el apetito.

Entramos a la cocina, siempre había un olor agradable ahí y se sentía la calidez acogedora de siempre. Sora, me miró y dio una pequeña sonrisa, inmediatamente puso un plato frente a mí con un enorme trozo de tarta de manzana y piña. Tomé un tenedor y comencé trozo por trozo hasta dejar el plato limpio. Mi padre, mi hermano y Sora me miraron mientras sonreían.


—Kaylee, linda. Espero que ahora que estás comiendo más, pueda finalmente ver de nuevo esos «cachetitos» que solías tener—Sora chilló emocionada.
—Los intentos son en vano, Sora. Kaylee, parece ser inmune a tu comida cuando se trata de subir de peso —Zagiel soltó una risa y Sora le lanzó una mirada iracunda.
—Eso no es cierto. Es solo que ella no devora todo como tú. Por cierto, querida, te tengo un regalo.


Ella tomó un pequeño paquete que había encima de uno de los estantes en la cocina, me lo tendió y lo tomé pronto. Lo abrí de prisa y una sonrisa —que seguramente me hizo ver muy infantil— apareció en mi rostro.


—Gracias, ¡es estupendo! — en mis manos había una copia de “Besada por un ángel” y debajo de esta, había otra más “Días de sangre y resplandor” —.Son perfectos.
—Me alegra que te gustaran, voy a conseguirte unos más.
—Muchas gracias, Sora, los comenzaré cuanto antes.
—Primero sería conveniente que terminaras el otro.
—Solo me faltan unas pocas páginas… —y en ese momento recordé que no encontraba aquel libro—lo terminaré pronto.


Mi hermano me miró y sonrió, sabía que algo estaba pasando por mi cabeza y casi podía adivinar de qué se trataba. Lo miré y él solo levantó los brazos y con un gesto me indicó que no diría nada, le sonreí, era realmente bueno no estar enfadada con él.
                   


Con gran dificultad, abrí los ojos. Por un momento creí que estaba soñando e incluso en ese instante pensé que aun permanecía dormida. Aquellos pequeños golpecillos al cristal los ignoré completamente pensando que eran parte de mi sueño. La iluminación no era la mejor, tan solo era un suave resplandor, tan tenue —como una linterna en forma de media luna con una estrella de solo 30 centímetros, en colores plata y blanco— permitía ver solo unas siluetas igualmente tenues, aquella luz de noche me la había obsequiado mi hermano.

Me levanté quedando sentada en la cama, con las cobijas sobre las piernas, a la altura de la cintura, parpadee repetidas veces y cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra, me maldije mil veces por ser tan descuidada. Sora siempre me había dicho la mala costumbre que tenía respecto a mis ventanas.


—Un día de estos, Kayla, alguien va a entrar y te robará todo, o quizá no te vaya tan mal y quien entre sea un chico muy apuesto buscándote.


Me había dicho en una ocasión, pero a mi padre no le hizo para nada gracia el comentario.

Ahora estaba queriéndome dar tirones en el cabello. Aquella silueta, que se encontraba junto a mi cama, era grande, una altura mayor a la mía, podía ver sus ojos brillar en mi dirección por el reflejo de la luz. Me levanté de un salto poniéndome de pie intentando correr hacia la puerta, pero me tomó de la cintura obligándome a caer de nuevo en la cama y sujetó mis muñecas presionándolas contra el colchón. Abrí la boca pero no dije nada, no era de las chicas que gritaran como histéricas ante cualquier situación. Pero no era cualquier situación, alguien estaba en mi habitación, era claro que no intentaba robar o lo hubiera hecho sin despertarme. Respiré profundo, llenando mis pulmones de todo el aire posible, estaba completamente dispuesta a gritar el nombre de mi hermano, pero las palabras quedaron atoradas en mi garganta, comenzando a desvanecerse rápidamente. Su rostro estaba cerca del mío y logré descifrar quien era.


— ¿Qué estás haciendo aquí?
—Olvidaste cerrar el pestillo de la ventana —sonrió, y sus blancos dientes se hicieron notorios en la obscuridad—. Fue fácil entrar, además, tienes el sueño pesado.
—No te pregunte como entraste sino ¿Qué estás haciendo aquí? Y yo no tengo el sueño pesado.
—Está claro que vine a verte. Y puedo decirte que duermes como un bebé —sonrió.
—Eres un…—algo similar a un gruñido rasguñó mi garganta —. ¿Puedes soltarme?
— ¿Prometes no gritar y no intentar salir corriendo?
—No tengo que prometerte nada.
—Entonces creo que nos quedaremos así. La verdad, tu cama es bastante cómoda.
—Está bien ¿sí? No saldré corriendo, ni voy a gritar.


Me miró y después de lanzarme una sonrisa me soltó para después deslizarse por el colchón y quedar de pie. Me levanté cuanto antes y me senté sobre mis talones, encima de mi cama. Le di una mirada iracunda mientras esperaba que pudiera decirme la razón por la cual estaba ahí.


— ¿Y bien? —Insistí de nuevo—. ¿Vas a decirme que haces aquí?
—Sabes él porque estoy aquí. Vine por respuestas, Kayla.
— ¿Respuestas? —Me miró encarando una ceja—. Oh vaya, ya lo recuerdo. No tengo tus respuestas.
—Tenemos un trato, Kayla.
—Eso no es verdad. Nunca cerramos un trato, nunca acepté un trato tuyo. Y deja de decirme Kayla.
—Ese es tu nombre. Aunque quizás, prefieras que te llame Kaylee. Así es como te llaman todos ¿cierto? O eso fue lo que escuché de la quimera.
—No. Mejor dicho, no quiero que digas mi nombre. No quiero que me hables en lo absoluto. No quiero que te me acerques—me bajé de la cama y me erguí a todo lo que daba mi estatura—. No quiero nada que ver contigo. ¡Déjame tranquila! —Estaba parada frente a él, sin darme cuenta del tono de mi voz—. Llamaste a Sora ¿Quimera? —mi tono era aun más furioso—. Eres un… ¡Ah!
— Un ¿“ah”? ¿Qué tipo de insulto es ese?
—Solo, lárgate.
—Kaylee, ella es una quimera. No sé porque intentas engañarte.
—Sé lo que es, pero ella es mi familia, ella tiene un nombre. Y tú te refieres a ella, como si fuera un ser inferior—me dejé caer sentada sobre la cama, este tema comenzaba a ser exhaustivo—. Escucha, solo… solo quiero estar tranquila. Todo esto comienza a volverse algo… ni siquiera sé como describirlo.
—Solo quiero saber sobre el humano.
—Si te lo digo ¿me dejarás tranquila? —él asintió—. Está bien. Lo único que sé, es que la hija que mi padre tuvo con una humana, murió hace muchos años, cuando yo aun ni siquiera había nacido.
—Eso ¿es todo?
—Sí. Es todo lo que me contaron. Así que puedes estar tranquilo de que la humana que buscas está muerta.


Lo miré. Me era difícil deducir la expresión en su rostro, la luz no ayudaba, además de que era una caja fuerte en esos momentos. Solo pude escuchar un sonido que parecía un carraspeo en su garganta. Juntó las manos provocando un bajo chasquido y entrelazó los dedos entre sí. Parecía decepcionado, pero era como si lo estuviera de otra cosa y no de lo que le acababa de decir.

Esperaba que se marchara, ahora que le había dicho lo que quería.


—Kaylee, eres una pésima mentirosa ¿sabías?
—No estoy mintiendo.
—Lo sé—en ese momento me sentí confundida—. Pero te lo dije, porque estoy seguro que no quisiste saber más para no tener que mentir. Aun así, cumpliste tu parte, y ahora yo te debo un favor —sonrió—. Te dejaré tranquila, como lo dije.
—Eso espero.


Caminó en dirección a la ventana, sus pasos apenas y lograban escucharse en la habitación. Lo seguí con la mirada para asegurarme que se marchara, pero justo cuando estaba frente a la ventana se detuvo, se volvió hacia mí y se acercó de nuevo.


—Una cosa más.
—Por todos los cielos ¿ahora qué?
—También vine para devolverte esto—me estiró un objeto que sostenía—. Lo dejaste cuando saliste corriendo, ayer.


Tomé el objeto y me di cuenta que era el libro que había perdido. Resoplé y me sentí culpable, había pensado que tal vez me pediría otra cosa, uno más de sus tratos.


—Gracias, lo había estado buscando.
—Es un libro interesante. Igual que toda tu colección ¿Cómo consigues todos estos libros?
—Me los regala Sora o Zagiel. Mariketa también me ha dado unos tres —abracé el libro contra mi pecho.
—Tienes un gusto interesante.
— ¿Un gusto interesante? ¿Cómo sabes que todos ellos me gustan?
—Es sencillo. No tendrías los que no te gustan en el mismo sitio que los que sí —me sonrió—. Solo era eso, aunque admito que tu pijama es lindo.


Sentí mi rostro comenzar a calentarse de los pómulos, mientras el calor se extendía en todo su perímetro y siguió con todo a su paso, sabía que me había puesto de un tono escarlata intenso y agradecí a la obscuridad de ese momento.


—Ya debes irte —le dije esperando no notara que me había puesto nerviosa.
—Sí, tienes mucha razón— se acercó a mí en una forma que solo podría definirse como invasión del especio personal—. Hasta luego, Kaylee—me susurró.


Se alejó de mí y salió por la ventana. Me quedé mirando a la obscuridad. Ya antes me había preguntado cómo es que a veces infra tierra podía ponerse obscura completamente, en la noche. Siempre había tenido esa misma claridad, tanto en el día como en la noche. Siempre tenía esa combinación de matices rojizos, anaranjados y purpuras—he ahí porque tenía cortinas gruesas y en tonos obscuros—pero a veces y en muy raras ocasiones, infra tierra cambiaba y se matizaba completamente obscura, como si fuera una noche como la que disfrutan los humanos.

Regresé a la cama, no sin antes dejar el libro con los demás. Él tenía razón, y en aquel librero solo permanecían los libros que me gustaban, los que leía una y otra vez y de los cuales no podía escoger uno que fuera mi favorito. Para ser un renegado que me conocía solo de dos días atrás, parecía conocer más de mi de lo que me gustaría.


Había dicho que me debía un favor, pero ¿Qué clase de favor se supone que pediría? Estaba claro que dejaría eso perderse, no tenía la necesidad de pedirle favores, y menos a él. Mi vida comenzó a complicarse cuando él apareció en ella, y ahora que se había ido quizá comenzaría a seguir su curso normal. Pero sus palabras, aquellas últimas palabras prometían otra cosa.

5 comentarios:

  1. ayy cada vez me gusta mas esta historia espero el siguiente un beso

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  2. ¿Qué querrá ese méndigo? e.e Ay, yo quería que Kaylee le preguntara más cosas a su papá! :c Jaja.
    Todo se va tornando interesante! *o*

    Sube pronto!
    Saludos *-*7

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  3. wuuuuuuuuuuuuuuuuu :DDDDD
    La amo La amo...
    Me encanta todo esto...
    Muero por leer más siempre me quedó con las ganas xD
    qué favor le hará William?
    Cuídate y un abrazo :D

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  4. OMG
    que pasara, me encanta demaciado
    quiero leer mas espero que subas muy pronto
    cuidate bye besos

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  5. Me encanto
    Wow!
    me estoy mordiendo las uñas xD tienes que continuar pronto
    la adoro
    cuídate mucho bye.

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